La madre de Nerea, tras las noticias de las últimas horas que confirmaban sus sospechas iniciales, se debatía ayer en dos sentimientos contrapuestos que golpeaban su cabeza: “Destrozada y alegre”. Su primer sentir, “porque perder a una hija de esta manera es lo peor que te puede suceder”. El segundo, “porque ya sé quién mató a mi hija; yo sabía que no era una desaparición voluntaria, porque nunca me haría nada así”, asegura con un hilo de voz María Belén Vázquez Domínguez. La joven a veces no contactaba con su madre durante días pero siempre acaba regresando. Por esta razón, el 5 de febrero de 2020 se personó en la Comisaría para denunciar su desaparición. Tuvo el pálpito que algo malo le había ocurrido.
La progenitora, quien está personada como acusación particular, agracede a la Policía Nacional el que siguiera trabajando en el caso, y ahora confía en “que se haga justicia para que no vuelva a pasar nada parecido”. Y un deseo: “Ojalá no salga de la cárcel para que no haga daño a nadie más”.
Nerea tenía 26 años cuando murió y, según su madre, intentaba salir del mundo de las drogas. Pero le duelen las etiquetas: “Mi hija tomó un mal camino en un momento dado de su vida, pero no se merecía ese final”. Era drogodependiente desde hacía dos años. “Quería salir de ese mundo y luchábamos por eso; en una especie de yin y yan”.
Belén describe a su hija menor (tiene otro hijo) como una “chica normal, trabajadora -en la hostelería-, guapa, pero, sobre todo, muy querida por todo el mundo porque era muy risueña y encantadora”, añade. Conoció al supuesto autor de su muerte pocos días antes de su desaparición y reconoce que se le atragantó. “Su presencia no me gustó nada ”.