El novio de Nerea admite que estuvo con ella en un motel el día del crimen

El sospechoso aseguró en la reconstrucción de los hechos que se separaron al ver a la Guardia Civil y que nunca más la vio

Julio González Sierra, “Julito”, no quiso dar explicaciones a la jueza de Instrucción 3, con competencias en violencia de género en el partido judicial de Ourense, sobre su relación con Nerea Añel, la joven de 26 años a la presuntamente mató el 15 de enero del pasado año y con la que, según fuentes cercanas a la investigación, mantenía una relación sentimental. Fue su última pareja. La víctima así se lo había dicho a su madre, días antes, cuando la Noche de Reyes de ese mismo año se lo presentó tras ir a buscarla a casa. Nunca más volvería a verla.

Según la Policía Nacional, su “actitud escapista” juega en su contra. Las pocas explicaciones que ofreció durante la reconstrucción realizada el pasado lunes por la mañana al pie de carretera OU-540, en las inmediaciones del regato de Os Muíños (Barbadás), el lugar donde apareció el cadáver meses después (13 de septiembre), “tampoco son coherentes”, según reconoció ayer el comisario, Juan Carlos Blázquez.

 El sospechoso solo admite que estuvo ese día con la víctima en el motel Cancún, adonde llegaron en taxi. Pero, tras estar unas horas, cada uno se fue por su lado. González Sierra admite que estuvieron juntos pero después se separaron porque vieron a la Guardia Civil (había robado una cartera). La última visión de su pareja no es precisamente en el lecho del río. “Dice que se asustó al ver a los agentes y se echó al suelo mientras ella regresaba al motel, y pensó que allí la habían detenido”, aseguran fuentes cercanas al caso. Posteriormente, según el sospechoso, cruzó la caretera y se fue hacia el Polígono de San Cibrao. 

Además de su silencio ante la Policía Nacional o la jueza, constan los datos de una autopsia que revelan que la muerte fue violenta: el cadáver presentaba una fractura craneal compatible con una caída desde una altura considerable, pero las causas no están claras.  El cuerpo sin vida de Nerea fue a parar el río que en esa época presentaba un caudal considerable y arrastró su cuerpo hasta donde fue hallado nueve meses después.

El investigado, tras pasar la noche en los calabozos de la comisaría, regresó al mediodía de ayer a la cárcel de Pereiro de Aguiar, en donde cumple condena por delitos contra el patrimonio (está considerado como todo un “artista” del hurto). En su historial policial, que comenzó siendo menor de edad, hay más de una treintena de detenciones por distintas infracciones, incluido la violencia de género y robos violentos. Será hoy cuando la jueza que asumió el homicidio de Nerea Añel le comunique qué medidas adopta en este caso y los delitos imputados. La fiscal y el abogado de la acusación particular que ejerce la madre son partidarios de que continúe en prisión, aunque el letrado admitía que “en este momento parece que no hay mucha materia incriminatoria”, a expensas de conocer el sumario, que dejó de ser secreto.

La madre: “Perder a una hija así es lo peor; ojalá no salga nunca de la cárcel”

La madre de Nerea, tras las noticias de las últimas horas que confirmaban sus sospechas iniciales, se debatía ayer en dos sentimientos contrapuestos que golpeaban su cabeza: “Destrozada y alegre”. Su primer sentir, “porque perder a una hija de esta manera es lo peor que te puede suceder”. El segundo, “porque ya sé quién mató a mi hija; yo sabía que no era una desaparición voluntaria, porque nunca me haría nada así”, asegura con un hilo de voz María Belén Vázquez Domínguez. La joven a veces no contactaba con su madre durante días pero siempre acaba regresando. Por  esta razón, el 5 de febrero de 2020 se personó en la Comisaría para denunciar su desaparición. Tuvo el pálpito que algo malo le había ocurrido.

La progenitora, quien está personada como acusación particular,  agracede a la Policía Nacional el que siguiera trabajando en el caso, y ahora confía en “que se haga justicia para que no vuelva a pasar nada parecido”. Y un deseo: “Ojalá no salga de la cárcel para que no haga daño a nadie más”.

Nerea tenía 26 años cuando murió y, según su madre, intentaba salir del mundo de las drogas. Pero le duelen las etiquetas: “Mi hija tomó un mal camino en un momento dado de su vida, pero no se merecía ese final”. Era drogodependiente desde hacía dos años. “Quería salir de ese mundo y luchábamos por eso; en una especie de yin y yan”.

 Belén describe a su hija menor (tiene otro hijo) como una “chica normal, trabajadora -en la hostelería-, guapa, pero, sobre todo, muy querida por todo el mundo porque era muy risueña y encantadora”, añade. Conoció al supuesto autor de su muerte pocos días antes de su desaparición y reconoce que se le atragantó. “Su presencia no me gustó nada ”.

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