Nueve meses que nos cambiaron

Estanterías vacías, días antes del inicio del estado de alarma.
photo_camera Estanterías vacías, días antes del inicio del estado de alarma.
La pandemia alteró por completo la vida de la provincia, que registró su primer caso oficial de covid el 8 de marzo

El 2020 arrancó sin sorpresas en la provincia. Tras la cuesta de enero, llegó el Entroido en febrero, que cubrió de alegría y color cada rincón de la geografía ourensana. El coronavirus, entonces, todavía era un eco lejano, aunque ya había tocado a la puerta de España. 

La primera semana de marzo, cuando la situación epidemiológica de ciertas zonas del país ya era comprometida, Ourense todavía vivía tranquilo. El domingo 8, en el que la ciudad acogió diversos actos de celebración del Día de la Mujer, se conoció el primer positivo de covid-19 de la provincia, el de una profesora de Salesianos. A partir del lunes 9, los hechos se precipitaron. Las imágenes de largas colas y estanterías vacías en supermercados –vistas antes en Madrid– comenzaron a repetirse en la ciudad, donde escaseaban útiles como papel higiénico, huevos o desinfectante. El jueves 12, la Xunta anunció el cierre preventivo de los centros educativos a partir del lunes y recomendó que los niños no acudiesen a clase el viernes. Eventos culturales, deportivos y sociales comenzaron a cancelarse, ante el empeoramiento global de la situación. El viernes, Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, anunciaba un confinamiento domiciliario de 15 días desde el día 15, una medida similar a las tomadas ya en países como Italia. El confinamiento, entonces, todavía sonaba a película de ciencia ficción. 

La vida confinada


Desde el 15 de marzo y durante dos meses, los ourensanos aprendieron a vivir dentro de las cuatro paredes de su casa mientras las cifras de contagiados no dejaban de crecer. Los hospitales, en aquella semanas, atendían casi al 100% a pacientes infectados de coronavirus. El Complexo Hospitalario de Ourense (CHUO) vivió sus peores momentos en el mes de abril: el día 7, la provincia contaba 217 personas ingresadas. La Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del CHUO, por su parte, registró su pico en los últimos días de marzo, con 23 pacientes atendidos de forma simultánea. 


Mientras el batallón sanitario luchaba en primera línea contra la enfermedad, las fuerzas de seguridad se encargaban de vigilar en las calles el cumplimiento de las medidas. En junio, la subdelegación del Gobierno contabilizaba 7.313 propuestas de sanción durante el estado de alarma en la provincia, por motivos como desplazamientos sin justificación o reuniones en domicilios. 


Los grupos de Protección Civil de la provincia, también muy activos durante los meses de confinamiento, se encargaron de cubrir las necesidades de muchos vecinos que no disponían de coche o que no podían salir de casa. Los voluntarios repartieron comidas, medicamentos y útiles de primera necesidad, además de mantener la alegría de los más pequeños. Protección Civil, así como la Guardia Civil y la Policía Local, felicitaron cumpleaños con música desde los coches patrulla a numerosos niños de toda la provincia para amenizar, en la medida de lo posible, el día a día de aquellas semanas. 

La "Normalidad"


El 2 de mayo, después de 47 días, los ourensanos volvieron a pasear y a hacer deporte, aunque en franjas de horas reducidas y distintas según la edad. Aquel día se inició el proceso de desescalada, y los paseos fluviales y las calles recuperaron cierta normalidad. El día 4, volvieron las peluquerías bajo cita previa, el pequeño comercio o  los bares, aunque solo para "take-away". El 11 de mayo, ya en fase 1 de desescalada, los ourensanos volvían a encontrarse alrededor de una mesa con sus familiares y amistades. La hostelería recuperaba por fin las terrazas, aunque la apertura del interior no sería hasta el día 25, dos semanas después. 


La provincia cerró mayo con 75 casos activos en todo el territorio, de los que solo cinco se encontraban hospitalizados en planta. La Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del CHUO, estaba ya libre del virus. El trascurso de los meses de julio y julio fue tranquilo, la trasmisión había remitido, los hospitales estaban libres. Pero en el mes de agosto, las cifras de contagiados volvieron a subir a causa, en gran parte, a la relajación de las medidas en reuniones de familiares y amigos. 


A mediados de septiembre ya eran 503 los casos activos en la provincia, y la curva siguió empinándose. La Consellería de Sanidade, entonces decidió cerrar progresivamente las zonas más preocupantes. La ciudad, Barbadás o Carballiño fueron de las primeras en sufrir el cierre  de la hostelería, además de la limitación de movilidad fuera del municipio. Desde octubre, Verín, Xinzo, el área metropolitana o Ribadavia también se sumaron a la lista de municipios con más restricciones durante varias semanas. La realidad, ahora, es esa: si la curva de contagios sube, las restricciones también. 

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