Montealegre: el 'botánico' patas arriba

A dos años de su inauguración apresurada en un escenario de cartón piedra y entorno natural, Montealegre, el espacio soñado, languidece por falta de definición, y lo que es peor, las dudas y las sospechas persisten.
Montealegre es como un meandro entre la incerteza y el desconcierto.En otro escenario bien diferente se loaron las singularidades de un jardín botánico para precipitar al aire 3,6 millones de euros en una superficie de 154.970 m2, para acondicionar senderos y humanizar parterres; se dijo haber plantado más de tres mil árboles que nadie contó ,y muchos, a las primeras de cambio, perecieron a fuerza de necesidad; el verano ni entonces ni hoy en Ourense es una broma. Se construyó un interesante edificio para recepción de visitantes, con sala de conferencias y área expositiva que, fuera de aquel primer día inaugural no ha tenido otro uso, incluso un auditorio al aire libre, provisto de una carpa fantasma que tampoco nadie vio.

Por si todas estas cosas fueran poco, el Concello, vencido el plazo de garantía de las obras, le reclama a la empresa constructora adjudicataria del proyecto 108.000 euros para 'reponer las marras y reparar los desperfectos'.

El espacio ha conocido tres concejales, incluido su mentor Demetrio Espinosa, quien enseguida ?después de promover una intervención tan personalista- hiciera mutis por el foro; Marta Arribas, retomó la idea, ya sin ambiciones y descafeinada, para abrir el parque como un monte sin más; la última, Susana Bayo, insiste en que se están dando los pasos para hacer las cosas bien y que todo el entorno sea sostenible en el tiempo, y tiempo es lo que pide. La frase me suena.


Y LLEGÓ AQUANORTE

Por si esto fuera poco, la empresa Aquanorte, al poco de cerrarse el parque para hacer los primeros arreglos, construcción de balsas, elaboración de un cierre para dotar al espacio de más seguridad, inicia unas obras de captación de agua afectando a un espacio importante y poniendo todo patas arriba.

Inicio por ahí una visita de urgencia. La improvisada valla de obra insiste en lo descuidado de la escena, indicadores mirando al cielo y señales inciertas. Las maderas de las pasarelas retorcidas de necesidad chirrían al paso como si las estuvieran resquebrajando. Vislumbramos ya las primeras especies plantadas, de más de dos metros, robles y encinas que dibujan un paisaje otoñal en plena canícula; numerosas áreas plantadas a lo largo de los senderos que están literalmente secas.

El trazado recoge todo tipo de restos de la señalética empleada en la obra por Aquanorte, también las moles de paralelepípedos de piedra recolocados al paso como si fuera un grupo escultórico sin uso. Las labores de mantenimiento dan muestra de los desbroces ejecutados, también de la acción sobre las mimosas, que sólo un herbicida nos liberará de su presencia. Los árboles que resisten son los de siempre, los que el monte crio a lo largo de años, pinos de hermosa planta, madroños, acebos y todas aquellas plantas arbustivas propias del paisaje gallego.

Desde lo alto volvemos a mirar el Ourense a pie de la cruz del Montealegre sobre el mirador, eso sí pintarrajeado como un trapo. En la bajada, el escenario se repite, y persisten los cadáveres de árboles muertos que desconozco a qué partida corresponden, pero están muertos.

Remato la visita con una mirada puesta sobre el invernadero que languidece con un cuerpo extraño dentro, el de un chimpín de obra. Sin evitar mirar de soslayo a una pequeña piscina de un vecino, lo único refrescante del entorno. Un día de canícula, es de lejos un día para visitar un escenario que ojalá algún día sea de admiración, pleno de colecciones y desarrollo creativo. Nos queda la esperanza.

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