Un narco ofreció 5.000 euros a la Policía en Ourense a cambio de su alijo

Era la primera vez que, en noviembre de 2019, el Grupo de Estupefacientes de la Policía Nacional de Ourense utilizaba una nota manuscrita con un número de teléfono oficial para atrapar a un traficante. Y también se estrenaba a la hora de usar el azúcar glas de los roscos en una operación antidroga. Fue una idea a vuelapluma del inspector jefe de esa unidad, según él mismo reconoce, cuando estaba en su casa dándole vueltas al hallazgo casual, por parte de un ciudadano, de 198 gramos de cocaína y 273 gramos de hachís en un monte urbano. Pero “la brillante idea”, en palabras de Miguel Ruiz, el fiscal antidroga que llevó el caso y quien reclamó ayer en la Audiencia Provincial cinco años de cárcel para Pedro Manuel G.M., dio sus frutos. El supuesto dueño de las sustancias acudió al escondite, entre piedras y rastrojos, y leyó la nota en que se decía que si quería recuperar la mercancía tendría que llamar por teléfono. Días antes hubo vigilancia policial las 24 horas, pero por allí solo pasaban caminantes por el día y parejas y fauna salvaje durante la noche. Para gran sorpresa de los policías, hubo dos llamadas, según explicaron al tribunal los agentes que asumieron la investigación. En la primera, un hombre con acento portugués se proclamó como el dueño del alijo que contenían dos botes de aceitunas Lupy y que un vecino que recogía rastrojos en la Rúa Transferrocarril halló por obra y gracia del olfato de su perro. “En esa ocasión, el 11 de noviembre, solo nos dijo que la mercancía era suya y que quería negociar”, explicó ayer el jefe de grupo. En la segunda comunicación, una semana después y más apurada, detalló y negoció: “Aseguraba que le hacía falta la mercancía porque sus jefes, en el sur de España, le metían presión y ya nos ofreció 5.000 euros a cambio de que le entregásemos la droga”. Detención en un club Los agentes nunca llegaron a materializar la entrega de las sustancias estupefacientes a cambio del dinero, pero las llamadas permitieron, con autorización judicial, seguir el rastro del teléfono desde el que se realizaron. Descubrieron que era un viejo conocido del mundo de las drogas -ese verano había sido condenado por la Audiencia a tres años y medio por tráfico-. Lo vieron salir de un piso de la calle Alejandro Pedrosa, en el barrio de O Vinteún de la capital ourensana, y acudía con regularidad a Xinzo en su BMW. Precisamente, fue detenido en un club de alterne de esa villa rodeado de “señoritas y clientes”, según describió en el juicio otro de los agentes que intervino en la operación. La Policía Nacional sospecha que ahí estaba su clientela principal. Llevaba encima cuatro paquetes con 11,9, 4,8, 1,3 y 14,8 gramos de cocaína. El inculpado, que en instrucción admitió que la droga era suya, rehusó ayer dar explicaciones a la sala. No se sometió al interrogatorio del fiscal y su letrado no le hizo preguntas. La defensa basa su estrategia procesal en pedir la nulidad del auto que permitió llegar a él a través del teléfono móvil. A su entender, se trata de un delito provocado por parte de la Policía.