En una de las muchas caminatas que hicimos juntos por los Caminos de Santiago, Paco tropezó y se cayó al suelo. Soltó un enérgico taco y esta sentencia: “A ver si vou morrer agora que son rico”. No era vanidad, era la satisfacción de haber conseguido junto con sus hermanos los Barros, una empresa próspera a base de trabajo y esfuerzo. Paco era el hombre que conocí que mejor soltaba tacos, en el momento oportuno, con la rotundidez y la firmeza necesarias. En las caminatas se ponía chulito y casi siempre llegaba de los primeros. En la Iglesia de Fátima, según recordó el párroco en su funeral, quedan varias alfombras donadas por él y sus hermanos, y en su querido barrio del Couto más de una familia recibió generosamente sábanas, mantas y todo aquello que, según su sabio lamento, lo habían hecho “rico”.
Paquiño: no te olvides que tenemos pendiente un pollo guisado de los que primorosamente engordabas en tu casa de Leiro. Adiós amigo. Un abrazo grande Conchita.