Ourense, tierra de oportunidades

Alanna Alves, de 22 años, llegó desde Brasil para labrarse un futuro. La ciudad de Ourense le dio la oportunidad que necesitaba y en menos de un año ya es la encargada de un bar. La pedagoga italiana Floriana Di Brisco, de 32, trabaja en el perchero de una discoteca

"Llegué con una mano delante y otra detrás”. La sonada frase con la que empieza a hablar Alanna Alves, ahora encargada del bar O Bolar, en la Avenida de Buenos Aires, resulta más que familiar para los gallegos. Procedente de Goiania, en el estado brasileño de Brasilia, se asentó en la ciudad hace 11 meses, con solo 20 años. “En un mes trabajé en pubs en vinos, restaurantes y bares” -y añade- “era el plazo que tenía para instalarme”. 

Asegura que estuvo buscando trabajado a conciencia porque no es de quedarse con lo primero que pasa: “Yo siempre me valoré bastante a mí misma. Merezco lo mejor y en las mejores condiciones, porque hoy en día en la hostelería no encuentras un trabajo decente”. A pesar de tener las ideas claras, el tiempo corría en su contra. “Hice muchísimas pruebas, varias cada día y a veces por la noche, hasta que probé aquí”. Explica que hubo días que llegó a dejar de comer para no gastar, pero al encontrar O Bolar se quedó encantada: “Me gustó el sitio, su carácter y las condiciones. Llevo aquí 11 meses y ahora soy la encargada”. Además compagina su jornada con “bachillerato nocturno, inglés y volley”.

Ourense, calidad de vida

De Ourense destaca su “calidad de vida”. Opina que “hay muchísimas oportunidades” y que eso es lo más importante cuando vienes del exterior: “Es lo que necesitamos los de fuera, y más si somos jóvenes. Conocer lo bueno de Galicia y las oportunidades que nos puede ofrecer”. Además, está convencida de que hay un alto número de foráneos trabajando: “Yo cuando voy a las cafeterías lo que más veo son extranjeros”. 

Su vida no ha sido fácil. Llegó a España hace 7 años para reencontrarse con sus padres. Estos habían dejado a los cinco hijos en Brasil para venir en 2002. Cuando por fin se reunió con sus progenitores, Alanna se dio cuenta de que el vínculo con su madre había desaparecido. De hecho, le pedía que fuera a limpiar con 14 años. “La madre de un compañero la denunció a servicios sociales porque faltaba mucho al colegio y como me negué a ir a un centro de menores, me acogió una señora. Al año nos vinimos a su casa en el municipio de Cartelle”, explica Alanna.

Los recuerdos de Cartelle también son amargos: “En el instituto me hacían bullying por ser más mayor que los niños de la clase”. Asegura que recibía insultos racistas y que otra chica la perseguía “dentro y fuera del instituto” llegando a empujarla: “Me gritaba ‘vete a comer plátanos’”.

Te puede interesar