Los párrocos del rural: “En muchos pueblos solo queda la visita del cura”

Los sacerdotes del rural reivindican su labor en aquellas localidades más pequeñas que, en los últimos años, han sufrido la supresión de servicios relacionados con la atención sanitaria o la seguridad ciudadana. Sin embargo, los religiosos todavía siguen presentes en estos lugares desarrollando una tarea con una doble vertiente -religiosa y social- que, en ocasiones, les obliga a duplicar, triplicar e incluso cuatriplicar esfuerzos para llegar a todas las parroquias que les han sido encomendadas. Confían en una concienciación de los fieles para contribuir a los trabajos que requiere la iglesia y que, tal y como defienden los párrocos, son esenciales. Según datos aportados por el Obispado de Ourense, actualmente y de los curas en activo en la provincia, es decir, 192; un total de 130 desarrolla su trabajo en parroquias rurales. Se estima que hay, en total, 735 parroquias en la Diócesis y alrededor de 710 serían parroquias rurales. Francisco Pernas, vicario de Pastoral y sacerdote en la ciudad, asegura que los párrocos del rural “merecen un reconocimiento que quizá todavía esté por hacer”. Pernas explica que estos sacerdotes “son los que continúan presentes entre la gente, los que están pendientes de sus necesidades, visitan a los enfermos o personas en situación de precariedad, y los que convocan y reúnen a las personas”. En este sentido, el religioso explica que las circunstancias han reducido la frecuencia de estas reuniones, pero estas -principalmente, la celebración de la eucaristía- son vitales para que los vecinos salgan de sus casas y encuentren “ese aliento y esa esperanza que tanto necesitamos hoy”. Por otro lado, el vicario reconoce que existe “una crisis de vocaciones” que acaba por ”saturar” a los sacerdotes en activo, por este motivo es importante que los fieles laicos “se vayan implicando cada día más en la vida de sus comunidades. Muchos ya lo hacen: mantienen digna la parroquia”. “El cura no es un superman, tiene que contar con ayuda” Luis Javier González llegó a Xunqueira de Ambía a finales de este mismo año para convertirse en su párroco. El sacerdote inició su camino con muchas ganas de trabajar y de acercarse a los vecinos mediante “actos sinxelos” encaminados a que los lugareños lo percibiesen como uno más en sus respectivas localidades. Su propósito es acercarse tanto a los mayores, como a los pequeños. En este sentido, Luis Javier ha hecho un arduo trabajo para reactivar el grupo de Catequesis y ha puesto en funcionamiento el órgano de la Colegiata de Xunqueira de Ambía, que permecía en silencio en las eucaristías dominicales a pesar de que fue concebido para acompañar los actos litúrgicos, especialmente, los domingos. Para ello cuenta con un organista de 16 años que estudia en el Conservatorio Profesional de Ourense. González, que compagina su labor de sacerdote rural con sus tareas en el Seminario Menor, en la Catedral de Ourense -en donde es encargado de música y de canto- y en la Delegación de Vocaciones; hace un llamamiento a los fieles para que participen de las tareas de la iglesia. “El fin de semana es cuando me encargo más de las parroquias rurales. Al final se trata de hacer equilibros para conjugar las distintas encomiendas que me han confiado”, explica el sacerdote ourensano. “Es una labor pastoral y espiritual, pero no solo de misas. Mi objetivo es hacer presencias sencillas pero que vayan dejando huella”, añade. Una de esas presencias se materializa, por ejemplo, en las visitas a la vivienda comunitaria: “Los visito una vez, celebro misa, los confieso, meriendo con ellos… Esto les anima muchísimo”, cuenta el religioso, que también visita frecuentemente quienes se encuentran enfermos. “Es una labor espiritual y social. Van de la mano”, añade. Luis Javier, que se encarga de seis parroquias rurales, asegura que un sacerdote “no es un superman que lo puede hacer todo, tiene que contar con gente que le ayude”. “Haces muchos kilómetros pero la gente es agradecida” Daniel Pérez Quintela fue ordenado sacerdote en mayo de 2018 y en septiembre de ese mismo año se puso al frente de la zona de Rubiá. Son muchos los pueblos que cubre: Oulego, Porto, Real, Robledo, A Veiga de Cascallá, Rubiá, Vilanova, Barrio, Castelo, Biobra o Covas y, además, ayuda al cura párroco de O Barco. “Haces muchos kilómetros, pero la gente es agradecida. Agradece la visita del sacerdote y este estar con una comunidad y celebrar la Fe con ella”, explica. Uno de los problemas a los que se enfrenta guarda relación con la despoblación del rural. Explica que en núcleos como Barrio apenas viven 10 personas durante los meses de invierno, mientras que en Covas no pasan de 15. Daniel considera que “tenemos que hacernos presentes de alguna manera en los pueblos con menos población porque tienen derecho”. Inmediatamente, resalta la implicación de sus habitantes: “Ahora estamos a punto de culminar la operación kilo en colaboración con Cáritas, destinada a la gente que se quedó sin trabajo, que es inmigrante o que su situación no le permite tener la mesa llena en Navidad. La gente de mis parroquias respondió muy bien”, asegura. Del mismo modo, la despoblación coincide con la dispersión de los pueblos, lo que impide oficiar la misa del domingo en todos ellos. “Te tienes que turnar. Si no puedes ir, intentas tener la misa del domingo verspertina o los sábados. Algunos tienen la celebración de la Palabra por laicos comprometidos y a otros voy el viernes”, asegura. La problemática se agrava cuando se le añade la edad avanzada de los habitantes, pues en Rubiá la edad media es de 56,98 años, y también la de los sacerdotes, en torno a los 70 años. “Hay menos sacerdotes y eso dificulta”. Pero Daniel no se cambia: “Mi gozo son los pueblos. Muchos se quedaron sin servicios que antes tenían. Sin médico, Guardia Civil o se vieron al margen de muchas instituciones y les queda la visita del cura”. “Coa xente que non vai a misa teño boa relación, vémonos polos bares” David Justo es cura de ocho parroquias en el concello de Castrelo do Val. Con tan solo 35 años disfruta de la vida en el rural. Natural de Sandín (Monterrei), vive su día a día desde la cercanía. Más allá de los oficios que realiza, Justo busca un trato cercano con los vecinos de sus parroquias. “Coa xente que vai a misa teño unha cercanía notoria, coñecémonos todos e da gusto”, cuenta el párroco. “Ademais, coa xente que non vai a misa tamén teño boa relación. Eu vou a todos os bares das parroquias e alí sempre me tratan ben, falan conmigo e incluso ás veces me invitan, estou encantado”, añade. ¿El único inconveniente? “As distancias”, apunta Justo. “Dunha parroquia a outra igual hai 30 quilómetros”. A pesar de ello, este joven cura no falta a ninguno de sus viajes, excepto por causa mayor. “O Día da Inmaculada, subía para Campobecerros e na mitad do camiño comezou a nevar, tiven que volver, collín medo”, concluye. “Realizamos el acompañamiento de las personas que están solas” Luis Fernández Olivares en párroco en la localidad de Viana do Bolo desde 2018. Actualmente es el encargado de llevar veintisiete parroquias a las que ha llegado porque asegura aceptar el “lugar que la iglesia le encomienda”, y reconoce estar muy contento. El rural le permite mantener un contacto más cercano con los feligreses y, en muchas ocasiones, “aparte de continuar ayudando a creer en la fe, realizamos una función de acompañamiento y escucha para esa gente que está sola. El párroco es la única persona que acude y la misa es un acontecimiento”, afirma Luis. No llega a los treinta años y hace uso de las plataformas digitales. A través de Facebook, Instagram y una lista de difusión de WhatsApp difunde informaciones acerca de las novedades eclesiásticas y los horarios de las misas, de la que forman parte más de un centenar de vecinos. “La gente es comprensiva ante las reducidas misas en el rural” Amador Ares llegaba a Chandrexa de Queixa hace 36 años para hacerse cargo de este municipio. Ahora, este párroco combina su día a día dando clases como profesor en el instituto y cole de primaria trivés, con recorrer más de 40 pueblos de la comarca para trasladar la palabra de Dios a sus fieles. “No llego a notar soledad porque estoy tratando permanentemente con la gente de la zona”. A su llegada incluso jugó dos años en el Club Deportivo Trives hasta que le rompieron una pierna y lo dejó. Don Amador dice estar encantado con su vida en esta comarca y con sus gentes quienes siempre le acogieron con mucho cariño. “Llegué aquí de alguna manera por castigo y el mayor de los premios” asegura el cura, mientras explica la buena acogida que tuvo y la magnífica relación que tiene con los vecinos. Aunque la vida en el rural ha cambiado, ahora recorre más de 200 kilómetros cada fin de semana intentando llegar a todos los pueblos. “Los fieles son más cercanos y se encargan de cuidar sus templos” Hace cinco años que Julio Grande se trasladó de la ciudad al rural para hacerse cargo de varias parroquias del rural de Terra de Celanova. “Llevo siete parroquias de A Merca y Celanova, pero están bastante cerca, así que no tengo problemas de distancia. Incluso diría que me estreso menos aquí, que cuando estaba en la ciudad. Si llego cinco minutos tarde a una misa, la gente es más comprensiva”, bromea Grande. La cercanía e implicación de los feligreses es otra de las cualidades que destaca de su trabajo en el rural. “En la ciudad tienes más tiempo para preparar la celebración y para estar más con la gente. Pero en estas parroquias hay un ambiente más familiar, acogedor y cercano”, dice y destaca el cuidado del templo por parte de los fieles. “Ellos se encargan de preparar, limpiar y ahora, en Navidad, del montaje de los belenes. No hace falta decir nada. Es gente muy atenta”. Información elaborada por: Paula Palomanes, José Cruz, Concha Caneiro, Laura Fernández, Reme Martínez y Cristina Clavería.