¿Qué generación viene detrás?

Sobre despedidas y los otros olvidos Algunos referentes sociales se están yendo y su relevo no da llegado. Quizá esperemos por perfiles que se han levantado sobre valores que ya no cotizan, que no se pueden clonar. Enraíza la sensación de que la superficialidad de un eslogan ha ganado a la profundidad del argumento, al análisis deductivo, al estudio. Se fue esta semana Pau Gasol, “estaba estirando el chicle”, se lamentó. En septiembre Iñaki Gabilondo se hizo definitivamente a un lado porque “hacerse mayor es un proceso de despedida”, incluso asumió con crudeza lo siguiente: “Ya me estaba aburriendo de mí”. Hasta la gran Concha Velasco decidió el mes pasado que con casi 82 otoños era el momento de dejar caer el telón desvelando que ”mis hijos me han pedido que deje de hacer teatro”. Desde el momento en el que se produce una despedida empieza el olvido. El asiento del jubilado lo ocupó al día siguiente una becaria y en el cajón donde dormía un viejo diccionario ahora descansa el enchufe para cargar el móvil. Son otros perfiles, no necesariamente peores. Distintos. Las personas que ocupan los lugares de sus predecesores llegan con otros propósitos y los que acceden al servicio público o a la representación a veces llegan por descarte o por hacer carrera, en pocas ocasiones para dedicar un tiempo vital al procomún. Y, encima, lo que trasciende sobre lo que se hace dentro tampoco anima. El pan que se está amasando ¿A quién se divisa en el horizonte en Ourense que ande por los treinta o los cuarenta, que sea referente social, cultural o empresarial para echarse a los hombros las ganas de situarse en algunas entidades o instituciones? ¿En qué horno se están amasando esas personalidades? La Universidad, en tiempos semillero de inquietudes y turbulentas personalidades, vive solo con la urgencia de formar o dejarse formar, con tarifa plana social en la inmensa mayoría de profes y alumnos. Los sindicatos se han quedado en los somatenes de una revolución industrial que por Ourense no ha pasado. Las organizaciones empresariales, riquiñas. Las asociaciones vecinales con un espíritu reivindicativo muy modulado en una ciudad que se cae a trozos. A los llamados referentes culturales ya les amarga hasta escribir una carta al director, no sea que su opinión sea incómoda y el poder le pase al lado oscuro. ¿Cómo no va a engordar en este entorno el oprobio del gobierno municipal de la capital? El reloj se paró en el año 2007 La ciudad vive un letargo como pocos hubiesen imaginado. Ya no es solo la falta de ejecución material de los proyectos, que también, sino comprobar hasta qué punto una institución puede hacerse prescindible. La ciudad que hay se quedó en el 2007. Desde entonces las corporaciones sucesivas, por motivos que sería extenso enumerar ahora, han claudicado, han sucumbido a la vulgaridad, se han vuelto estériles, paralizaron algunos proyectos transformadores. Las grúas públicas de hoy trabajan sobre iniciativas de hace veinte años que aún no acabaron. La zafiedad política culmina en lo que tenemos hoy y cortó de raíz un sentimiento que empezaba a brotar en algunos entornos urbanos, como presumir de una ciudad pequeña pero ya pintona y capaz de recibir piropos de forasteros. Salvando las distancias, pasaba como en A Coruña, donde la ejecutoria del alcalde Paco Vázquez hizo crecer aún más el orgullo local. Como en Vigo, donde una urbe urbanísticamente endemoniada está tomando otra pinta. En Ourense, en cambio, pasa el efecto contrario: ni transformación ni orgullo. Hacia un montón en el desván Esta semana la ciudad dio otro portazo a un nuevo proyecto, del que ya se ha dicho mucho. El Concello ha echado al desván otro trasto, allí apiló una idea y una posibilidad de inversión real. Cubiertos de polvo reposan otras propuestas que cuando iban hacia la luz, se las tapó con un velo, como se hace con las pajareras de las cotorras. Allí también se amontonan las viejas fotos de los que hicieron un Ourense que no es este. Allí, con otros muchos olvidados. Al poner la lupa: la verdad o la verdad estadística La estadística no solo es una fuente fiable para radiografiar una situación, sino que permite tomar decisiones y llegar a conclusiones a la luz de los datos. Salvo cuando analizan comportamientos electorales, que suelen encajar sonoras goleadas, gozan de bastante crédito, aunque hizo fortuna desde hace décadas la famosa frase atribuida a varios políticos y pensadores de que “hay tres tipos de mentiras: mentiras, grandes mentiras y estadísticas”. Las cifras oficiales dicen que en Ourense hay casi 6.500 personas físicas o jurídicas con más de diez inmuebles urbanos. Es una cifra respetable, tanto de “grandes tenedores” como de propiedades. Pero, hay más: los bancos guardan 9.400 millones de euros de los ahorradores ourensanos. Otras fuentes también dicen que aquí se pagan los sueldos y las pensiones más bajas, que los servicios sociales cada vez atienden a más personas sin recursos. A veces las personas no son ni estadísticas. El portafolios Dicen que para un político nada satisface más que ser alcalde de su propio pueblo. Entonces, Francisco José Fumega Piñeiro (1961) debe rebosar felicidad porque ocupa el sillón consistorial desde el año 2015. Sin grandes alharacas se ha hecho fuerte en el puesto, respetado en la villa y hasta un referente en el PSOE, algo inédito y a la vez arriesgado. Esta semana llevó a pleno la subida de algunas tasas municipales, pese a la compleja situación económica que se vive. La oposición no hizo mucha sangre y el regidor apeló al sentido común: cada vez se demandan más servicios y hay que mantenerlos. De talante afable hasta incluso “se ha dejado utilizar” como dice algún militante, en guerras intestinas para encabezar batallitas para ir al congreso federal del partido. Encabezó con desdén una lista frente a la de Noela Blanco en una batalla que le aburrió y le desgastó inútilmente desde el minuto uno. Gonzalo Caballero, el actual líder del PSOE gallego, tiró de él para un servicio más a la causa. Ahora también Caballero vela armas con Formoso por ser el gallo del socialismo gallego. A Fumega le miran en el partido desde varios frentes. Pero a él lo que le gusta es ser alcalde, aunque tenga que subir impuestos.