Luis G.A. es el propietario de la orquesta Claxon de Pontevedra. La noche del sábado se dirigía a Valladolid donde tenía programada una actuación ese fin de semana. Cuando atravesaba la provincia ourensana, su vehículo se averió en medio de la A-52, a la altura de A Gudiña, y quedó paralizado.
Tras hacer una serie de llamadas, bajó con su compañero de trabajo a un restaurante de la localidad para cenar algo y luego subió al hotel de los mismos propietarios. Para su desgracia, dejó la chaqueta olvidada en el bar y en ella portaba las llaves del camión. Cuando volvió al día siguiente para recuperarla, desde el local le indicaron que se la habían dado a otro cliente -que había estado a la misma hora que Luis G.A. en el establecimiento- porque señaló que era suya.
Ante este suceso, y con gran preocupación porque sin llaves no sería posible arreglar el camión para poder llegar a la actuación, el afectado acudió a denunciar al puesto de la Guardia Civil. Entonces, revisaron las cámaras del restaurante y pudieron observar al vecino llevándose la prenda de ropa. Su cara le resultó conocida a Luis dado que relató que el día anterior esa misma persona les había preguntado a su compañero y al él si “tenían droga” cuando los vieron aparecer en el restaurante. A ello ambos respondieron que “se iban a dormir”.
Los agentes del Instituto Armado se entrevistaron con el hombre que había cogido la chaqueta pero este afirmó que “no se acordaba de nada” (dado que había bebido). Pasaron las horas. Luis G.A. no llegó a su actuación y, pese a que buscaron en contenedores y calles de A Gudiña, no fue hasta última hora cuando la chaqueta con las llaves apareció tirada en una acera.
El empresario lamenta que no hubiese consecuencias pese a los perjuicios dado que al final, “todo quedó en un malentendido”, señala.
