El sector de la castaña echa en falta más profesionalización y promoción

Varias castañas asomando de un erizo ya maduro.
photo_camera Varias castañas asomando de un erizo ya maduro.
El poco cuidado de buena parte de los sotos ourensanos incide en la calidad del género y lastra el desarrollo de la industria

La falta de cuidados propicia la expansión de plagas como la avispilla del castaño o de los hongos. Asimismo, los árboles se quedan más expuestos ante fenómenos adversos, como las sequías. Por este motivo, el género acaba siendo castigado con cosechas de menor cantidad y calidad. Así sucedió en la campaña de este año, en la que la falta de agua y las enfermedades mermaron la cosecha en un 50%. Es el dato que ofrecen las estimaciones que se manejan por ahora, a la espera del cierre definitivo de la campaña.

La provincia tiene el mayor peso a nivel nacional en cuanto a recolección de castaña. De las 188.934 toneladas recogidas en 2021, Ourense aportó 101.535, el 54%, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). Pero faltan sotos cuidados, extensos y más rentables.

No solo en el ámbito productivo hay deficiencias:  el sector reivindica una mayor cultura de la castaña. Extrañan más consciencia en la sociedad acerca de sus beneficios, pero también de sus múltiples aplicaciones más allá del magosto.

El regadía, necesario

El castaño, de igual modo que otras plantas, necesita atención. “Hay que pensar en regar las plantaciones, hay que pensar en plantar nuevas variedades más resistentes a las plagas”, subraya Jesús Quintá, presidente de la IXP Castaña de Galicia. El riego por goteo, insiste, es clave, ya que estabiliza la producción y mejora la calidad del fruto.

Aunque el regadío necesita inversiones de alrededor de 3.000 o 4.000 euros, desde su punto de vista el desembolso acaba compensando. “Es un cultivo que tiene unos precios estables para el agricultor. Si es de calidad, puede subir a 2 euros por kilo. Y si se cuida un poco no va a dejar de dar castañas en toda su vida”, afirma.

El riego aún tiene poca presencia. Según el registro de superficies del Ministerio, en 2021 solo estaban en regadío 691 hectáreas de las 13.811 ocupadas por plantaciones regulares de castaño.

Profesionalización

De hecho, a la luz de esos mismos datos, se puede entrever la falta de profesionalización. Del total de toneladas recogidas, 54.923 proceden de los más de 600.000 árboles diseminados por la provincia, y no de plantaciones regulares. Es más de la mitad de la cosecha.

Juan Fernández, empresario de Castañas Rafael, sostiene que muchos productores no han conseguido adaptarse a las nuevas técnicas. “Aquí seguimos trabajando como hace 40 años”, lamenta, y defiende la necesidad de tareas como la poda, el abono o la mecanización. En definitiva, mayor profesionalización. “La gente no vive de ello y repercute en la calidad. Si la gente tuviera los castaños más cuidadas podría vivir de ello”, dice sobre quienes solo recogen las castañas como un ingreso adicional.

Falta mercadotecnia

La castaña apenas se consume en el magosto, o como un autorregalo en un día de paseo invernal al cruzarse con un puesto de castañas asadas. El fruto tiene muchas más aplicaciones, ya que se puede comer de numerosas maneras. Por ejemplo, como guarnición para un cocido. Incluso existe harina de castaña. Pero “es un producto casi desconocido, la gente no sabe que se pueden hacer un montón de cosas”, dice Fernández, que resalta sus “muchísimas propiedades”.

 “Aquí hay mucho castaño, pero muy poca cultura de la castaña. Tanto de consumo como de aprovechamiento”, valora Francisco Barredo, empresario de Castañas Barredo y vocal de la Asociación de Productores e Exportadores de Productos Agrosilvestres de Galicia (Proagrosilga). Falta popularidad y conocimiento sobre la insignia del otoño: “La gente embota pimiento, embota tomate… Pero la castaña está para el magosto y poco más”.

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