“Los turistas toman tapas de callos con 40 grados"

El bar Plaza es una de las señas de identidad de los adeñados del mercado

La estadística es una ciencia que se sienta con nosotros a diario a la mesa y es difícil escapar de su escrutinio. Dice el Anuario de La Caixa (un compendio de datos, para entendernos) que en Ourense hay algo más de 2.200 bares, de los cuales en torno a 900 están censados en la ciudad. Por lo tanto, la división que hace el citado observatorio le lleva a concluir que hay un bar por cada centenar de habitantes capitalinos. A veces se restriega ese dato como para determinar que andamos de barra en barra sin hincarla. Los bares son como los médicos de cabecera, cada uno tiene el suyo, aunque aquí lo que te recetan es lo primero que te quita el galeno, al menos cuando te excedes: el café, la tapa, la caña o el vino. El bar Plaza es el de la plaza; bueno, uno de ellos. "Un barrio sin bar no tiene sentido, parece que le falta algo", dice Sol Cougil, responsable del establecimiento que está en la bajada al mercado, en los bajos de la alameda. El local tiene la solera que le da sus más de 50 años de vida y hace unos 28 años que lo cogió Pepe y Julia, pero es ahora su hijo Sol el que está a diario detrás de la barra.

El horario del Plaza es muy similar al de la plaza. A las seis de la mañana franquea la puerta y a las ocho de la tarde pliega. También el dueño del bar pone en el mostrador el argumentario oficial: la crisis aprieta. Dice Sol Cougil que "antes las Navidades eran buenísimas y ahora quizá la mejor época sea el verano". Con la canícula la zona suele estar frecuentada por turistas, la mayoría de camino hacia As Burgas o buscando la zona termal. Quizá muchos se dejen caer por el Plaza para la cerveza fría, pero una vez dentro, seguro que picas. Pulpo, callos, carne ó caldeiro, empanadillas o chipirones son alguna de las propuestas de tapeo, a las que sucumben casi todos, sea cual sea la época del año: "Hemos vendido tapas de callos a los turistas en agosto, con cuarenta grados", dice Sol con una sonrisa cómplice.

SORDO O CIEGO

El Plaza es lugar de cita de clientes, pero también de industriales del mercado "que llegan, se sientan en su mesa y se pone a hablar de sus cosas". Cuando se le pregunta si es consciente de que en su bar se han cerrado interesantes operaciones entre proveedores e industriales, el dueño del bar aclara que "tampoco me meto". Recuerda uno de los mandamientos de la hostelería: "No hay que ser sordo ni ciego, pero sí mudo".

La afluencia de público ha bajado, como le ha pasado al conjunto del mercado. "Si antes te tomabas tres cafés, ahora uno y si te tomas un vino esperas que el pincho te lo ponga el del bar", se resigna Sol Cougil. Con todo, el negocio sigue dando para las tres personas que trabajan en él e invoca a una supuesta mejoría económica que pronostica el gobierno y que él no ve tan cerca. Reconoce que se han tenido que "apretar" para mantener el negocio "pero este año ya lo tenemos asegurado". Ahora, a esperar que el viento sople favorable, aunque enfríe los callos que se toman a cuarenta grados en agosto.

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