Deambulando

Vagando por el Val da Rabeda

Por los valles ourensanos es fácil hallarse transitando por caminos de carro y reales, pavimentados y amurados de piedra como este.
photo_camera Por los valles ourensanos es fácil hallarse transitando por caminos de carro y reales, pavimentados y amurados de piedra como este.

O Val da Rabeda, bonito nombre el de esa planicie que subido O Cumial o pasado el Polígono Barreiro, te sitúa mirando al sur con el cónico perfil del castro da Boa Nai, ese icónico monte que señala la dirección de Allariz, con los Lombos de Sta. Mariña, un poco a izquierda donde la sierra cierra su costado sur; dicen que tierra lacunar donde las leyendas de ciudades sumergidas son tan socorridas. Pasa el AVE a todo trapo y cuando, en funcionamiento la nueva entrada en la ciudad, a más velocidad todavía, tanta, como para más que penetrar, ser tragado por un túnel en Tosende y reaparecer en segundos, allá del otro lado, por Ponte Ambía donde el Arnoia fluye, en un cerrar y abrir de ojos, que ya ni tiempo de ello.

Paderne, Taboadela, San Cibrao, municipios colindantes de esta penillanura por la que el Barbaña discurre, cuando más riachuelo por allá, ya rio en la ciudad y un poco más arriba. Amansaba su curso aguas abajo la que llamábamos presa de las Tortugas cuando jóvenes pescadores de bogas vagábamos por sus frondosas riberas de alisos, sauces, fresnos o laureles; estaba situada esta presa bajo el polígono industrial Barreiros o Barreiro, que aún no era tal; tenía unas tortugas pequeñas, amorosas, que nunca nos atrevimos a trasplantar a nuestras casas, porque, por exóticas, pensábamos que rechazo producirían.

Algo de misterio desprende este val cuando vas a pedal, que es una manera de transitar veloz por entre todas las aldeas, si no fuese que cada una detención de varios minutos merece y no el pasaje fugaz de un ciclista. Todas como remozadas, de tejados nuevos, de asfaltadas o cimentadas rúas, como una constante en toda la provincia donde esa paradoja que cuanto más humanizadas, o más bien urbanizadas, las aldeas más despobladas, calificativo también aplicable a estas numerosas de a Rabeda a las que podría rescatar cualquier urbanita capitalino, que unos cuantos se han instalado, pero más en chalets de nueva planta. Por allá puedes encontrarte, aunque raramente, con alguien pastoreando cabras u ovejas por esos comunales de rala yerba, donde el vacuno noticia sería, en esas cuasi praderías atravesadas por pistas y por el mismo ferrocarril de antaño que el de ogaño de alta velocidad, casi flanqueando la ladera sur de a Rabeda donde aún las aldeas próximas al Polígono Industrial tienen vidilla; las más alejadas, menos: así La Castellana, Sta. Cruz da Rabeda, Carballeira, Pazos o Mioteira. A Figueiredo siempre lo asocié con un colega de la fenecida Caixa Ourense, Pepe Vila, que alguna vez nos invitó por allí, y cercano, y a San Lourenzo por su iglesia parroquial, un tanto familiar por ser regida por el lejano pariente Carlos Babarro, que misaría y moraría en casa rectoral de noble planta por muchas décadas, él cazador impenitente; también frecuentador de los castellanos cotos. Pasa por Ousende el Camino sanabrés-ourensán a Santiago que es como figura documentalmente, pero andan empeñados los cofrades y un puñado de más seguidores que fieles en ponerle el rimbombante de Via de la Plata, o si se quisiere, Mozárabe, que no hay que reprochar porque novedoso y sonoro; el otro, como a cutre suena y a efectos promocionales vende poco, piensan. En las cercanías, Moredo desde donde puedes ascender a la iglesia de San Vicente, espléndido mirador al valle o irte en dirección sur a los lombos de Sta. Mariña donde a Pedra da Santa o a Santa da Pedra te introducen en el misterio, que en este reborde también el castro de Armea, y más abajo la villa romana del mismo nombre.

Por Calvos, como dije, pasa un en aguas disminuido Barbaña, que nace en monte Cobreiro donde la aldea más cercana es la de Neboeiro. Pocos tributarios recibe este río al que ni de la ladera de Sta. Mariña le caen regalos, lo que deviene en un fluir perezoso y como de estancamiento aguas arriba de Ponte Noalla.

Val da Rabeda, nebuloso, con sus misterios, acaso sumergido y palafítico, asentamiento de poblaciones neolíticas, esa planicie del sur capitalino donde unas cuantas leyendas cuales se desprenden de todo cuanto sumergido; aquello en la remota antigüedad estuvo bajo poco profundas aguas lacunares.

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