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Cafetero desde…

Café
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No sé desde cuando soy cafetero. Recuerdo que lo empecé a tomar para mantener la vigilia cuando estudiaba en mi adolescencia tardía. Pero no me gustaba. Solo buscaba en él el efecto estimulante de la cafeína y así poder aguantar en los comienzos de las noches previas estudiando para los exámenes del día siguiente.

También había un uso específico para los entrenamientos de atletismo. Hoy en día hay miles de estudios que hacen referencia a los beneficios de tomar cafeína para entrenar, pero se ve que mi entrenador era un Nostradamus contemporáneo y un adelantado a este tiempo.

Luego, al cabo de muchos años, en mi experiencia en la hostelería, logre apreciar de verdad la auténtica magia del café. Tuve que aprender a hacer buenas cremas de leche para un sinfín de peticiones y así satisfacer los exigentes paladares de clientes buscando la excelencia a primeras horas de la mañana.

Toda esta intro viene a cuento de que ayer mismo, jubilé a mi cafetera italiana de aluminio y adquirí una nueva. Creo que la antigua llevaba en mi haber un par de lustros, aguantando cientos (puede que miles) de cargas y lavados. La jubilé porque ya la veía cascadita, con manchas externas e internas y con la junta que sellaba los cuerpos metálicos del color de los sobacos de un grillo. La adquirí en una ferretería en la zona del Couto y mi gran amigo Jose me recomendó una de aluminio, con una capa exterior negra y de gran capacidad. –“Relación calidad-precio, tienes que llevarte ésta.”, y con la confianza que tengo en una persona como él, solo me restó decirle, “cóbrame con tarjeta por favor”.

Las cafeteras italianas tienen su comienzo a principios del siglo XX y también se llama cafetera moka. Tiene el mismo sistema de una cafetera expreso, que elaboran el café haciendo pasar agua hervida, presurizada por vapor, a través de un filtro en el que se encuentra el café molido.

En la parte inferior tiene un depósito de agua o caldera, con una válvula de seguridad, la cual marca el límite de carga de agua para realizar el café. Después viene el embudo en donde depositamos el café molido, y subiendo en su estructura nos encontramos el filtro, la junta, y el deposito superior. Cuando hierve el agua, se evapora y por presión pasa por el café, el filtro y se deposita de nuevo en forma líquida (con todos los aromas y sabores del grano molido) en el espacio superior.

Son cafeteras con un mínimo mantenimiento y debemos tener en cuenta varios consejos para que estén en perfectas condiciones mucho tiempo. Para comenzar a usarla debemos hacer un par de “pruebas en seco” con o sin café. Después de su primer o segundo uso, se puede apreciar una fina capa aceitosa en varias zonas de paso y estancia del café, con lo que muchos expertos recomiendan mantener esta capa para evitar en mayor o menor medida el contacto directo del café con la pared de aluminio.

Para limpiarla, simplemente se debe limpiar con agua caliente o hirviendo y una gomaespuma (¡no estropajos!, evitando también, utilizar jabones o detergentes, manteniendo así esa capa aceitosa y protectora.

Es un sacrilegio meterlas en el lavavajillas, pues la sosa y detergentes utilizados pueden ennegrecer el aluminio. Otro gallo cantaría si adquirimos una cafetera italiana de acero inox, pues podríamos meterla en el lavavajillas sin correr ese riesgo. Aun así, se recomienda lavarla a mano y sin detergentes que impregnen de sabores que afectarían a la calidad del brebaje.

Como curiosidad personal, yo le echo una pizquita de canela molida en el depósito de café para darle ese matiz, y también tengo una pequeña cafetera italiana para preparar infusiones directas de salsas como la inglesa, o una de pescado deshidratado y soja, las cuales me dan juego para un steak tartar o un ramen.

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