El médico en casa

El médico en casa: distanciamiento social

Vamos a darles un pequeño disgusto, siempre en sentido figurado, a aquellos que pecan de especismo, es decir, a los que discriminan moralmente a todo ser vivo que no pertenezca a la especie humana. Este término se le atribuye al psicólogo y filósofo británico Richard D. Ryder, incansable defensor de los derechos de los animales y uno de los más firmes detractores de la experimentación animal. 

En los últimos años, cada vez son más las investigaciones que describen en ellos características que tradicionalmente creíamos exclusivas de los humanos, y sobre las que hemos sustentado nuestra supuesta supremacía moral. 

Aunque el tema daría para mucho debate, hoy vamos a centrarnos en una reciente información que se hace eco de la costumbre del distanciamiento social entre diferentes especies animales, siempre y cuando se sientan amenazadas por la posible diseminación de una epidemia. Hay casos para todos los gustos: desde los grandes simios hasta los diminutos roedores, pasando por pájaros, peces e insectos, que de esta sutil manera evitan la propagación de virus, bacterias y hongos patológicos. 

Pues si. Las cuarentenas y el distanciamiento social no son un invento exclusivo de los primates humanos. Los chimpancés, los parientes más cercanos que comparten el 97% de nuestro material genético, aíslan a los miembros enfermos de sus grupos para detener, por ejemplo, la transmisión de la poliomielitis. En este caso, el distanciamiento social con los individuos extraños a sus grupos familiares es un comportamiento beneficioso, tal y como han demostrado otros estudios evolutivos sobre los primates, y que quizás pueda explicar determinadas conductas impermeables de las tribus que todavía sobreviven en selvas ignotas. Se han objetivado casos similares en aves (pinzones mexicanos), peces (juveniles del pez espinoso) e incluso langostas del Caribe. Las abejas y las hormigas, extremadamente sociales, desarrollan comportamientos como la desinfección y el entierro lejano de los ejemplares enfermos de su comunidad. 

El distanciamiento y el aislamiento social durante las plagas ha demostrado sobradamente su utilidad a lo largo de la historia de la humanidad, antes de que se descubrieran las vacunas y otros tratamientos estimuladores de la inmunidad. En ocasiones, las epidemias forzaron el desplazamiento de aquellas poblaciones que huían de la muerte, origen de migraciones y conflictos sociales. En cierta manera, los orgullosos humanos especistas estamos en inferioridad de condiciones, pues los animales son capaces de detectar precozmente las enfermedades, mediante señales químicas que estimulan su olfato. Esta particular característica se está empleando, por ejemplo, con perros que detectan a enfermos de cáncer o de covid-19 gracias a su sagaz olfato. Pero éste es tema para otra ocasión.

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