Vivir mejor

Ética de los cuidados

Hoy le tocó el turno al desarrollo moral, y más concretamente a las teorías de la psicóloga estadounidense Carol Gilligan

Estas primeras tardes del 2020, andaba muy entretenido Aloysius rebuscando en los cajones de su memoria, unos reales y tangibles, otros ciertamente virtuales, auténticos almacenes de fotografías, escritos y anotaciones. Al fijar en ellos su atención, surgen las reflexiones y los interrogantes. Es entonces, cuando de repente recibo un mensaje o una llamada suya.

Hoy le tocó el turno al desarrollo moral, y más concretamente a las teorías de la psicóloga estadounidense Carol Gilligan, nacida en Nueva York en 1936. Fue discípula del controvertido Lawrence Kohlberg (1927-1987), autor que a su vez enlaza con la obra e ideas de Jean Piaget (1896-1980), ampliamente reconocido por sus estudios sobre la infancia. Kohlberg defendió las diferencias en el desarrollo moral humano entre mujeres y hombres. Gilligan fue discrepante, afirmando que las mujeres priman más los vínculos establecidos con los demás y las responsabilidades en el cuidado, respecto al cumplimiento abstracto de deberes y el ejercicio de los derechos. A pesar de ser una figura fundamental en el pensamiento feminista desde el último cuarto del pasado siglo XX, las teorías de Gilligan han sido criticadas sobre todo por aquellos que estiman insuficientes sus indagaciones sobre la influencia cultural y social frente a los aspectos puramente biológicos.

Grosso modo, para Carol Gilligan, ante un problema vital, las mujeres priorizan los sentimientos de empatía y compasión, tratando de respetar las relaciones interpersonales. Además, llegado el caso, intentan cambiar las reglas para preservar dichas relaciones. El razonamiento masculino, sin embargo, estaría más conectado con el respeto de las normas y los derechos formales, ponderando más la autonomía y la individualidad. Sin ser ducho en la materia, traté de explicarle al cordial Aloysius que en su ética de los cuidados, Carol Gilligan estableció 3 niveles. El primero para tratar de asegurar la supervivencia, mediante una transición pacífica entre el egoísmo y la responsabilidad, respetando la conexión con los demás; en un segundo nivel, el Yo personal iría pasando a un segundo plano, en pleno conflicto entre el sacrificio y el cuidado, primando paulatinamente el cuidado de los demás, en una especie de transición desde la bondad a la verdad. En el tercer y último nivel, se aprendería a cuidar de los demás como de uno mismo, una respuesta universal contra el daño y la explotación. 

Y traemos todo esto a colación porque el 87% de las personas cuidadoras en nuestro país son mujeres. Son ellas las que fundamentalmente se responsabilizan de los demás: parejas, familiares, comunidades especiales, escolares, pacientes y enfermos, e incluso del medio ambiente. Todo ello en un mundo áspero y hostil, dominado por el dinero y el poder político, tanto tienes-tanto vales, donde para ellas todavía persiste, en demasiadas ocasiones, el dilema entre cuidar de los demás o desarrollarse individualmente. 

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