Ansiedad e incertidumbre

 Vecinos de Todoque, en el municipio de Los Llanos de Aridane, abandonan sus viviendas.
photo_camera Vecinos de Todoque, en el municipio de Los Llanos de Aridane, abandonan sus viviendas.

Una mezcla de emociones, a flor de piel, comprensible cuando la vida da un giro brusco e inesperado, que un equipo de psicólogos trata de ayudar a encauzar en los diferentes centros de alojamiento provisional habilitados en la isla. Para quienes lo han perdido todo, es como si de un duelo se tratara. “No es como un duelo, es un duelo”, puntualiza Cristina García, coordinadora del grupo de intervención psicológica en emergencias y catástrofes del Colegio de Psicología de Santa Cruz de Tenerife, que está actuando sobre el terreno.

En La Palma está desplegada una veintena de profesionales, y otros 50 colegas prestan atención psicológica por teléfono. La coordinadora de todo este operativo explica que estos días están lidiando con ataques de pánico, estados de conmoción, gente que “no se lo termina de creer”, quienes por la ansiedad comen mucho y otros no prueban bocado, o unos que duermen demasiado para evadir el tiempo y otros son presa del insomnio.

Pero García no tiene duda de que la incertidumbre es “el peor de los estados” en los que puede estar una persona. Y esa incertidumbre es la que viven quienes han sido desalojados de los núcleos de población que más riesgo corrían y no saben, a ciencia cierta, si su casa sigue en pie o si quedó sepultada bajo la lava.

A quienes ya conocen el fatal desenlace, los psicólogos ayudan a pasar “el duelo”, que “no es solo la pérdida de un ser querido, de un familia”, sino también la pérdida de un hogar”.

Observa que los mayores, que son las que presentan mayor resistencia al cambio, “lo están pasando peor”, mientras que por lo general los de mediana edad cuentan con “más herramientas”. Aun conscientes de que “tienen que empezar de cero, les queda una esperanza”, afirma.

Lluvia de cenizas sobre unos vecinos en nerviosismo continuo

“Vivimos en un nerviosismo continuo”, así se sienten muchos de los vecinos del municipio de El Paso que han tenido que dejar sus casas de forma preventiva ante el avance de las coladas del volcán de La Palma, el mismo que ayer dejaba en el sur de la isla la primera lluvia de cenizas.

El nerviosismo está justificado. Algunos saben que irremediablemente el caminar de la lava se tragará sus casas y, por eso, han intentado sacar cuantos enseres que han podido, apoyados por los servicios de emergencia, que han prestado toda su ayuda para facilitar este duro trago.

Había lágrimas por lo ya perdido y por lo que se podía perder “porque es el trabajo de toda la vida”, comentaba uno de los vecinos. Otro se lamentaba de que ya la lava se había tragado una vivienda de su propiedad y ahora otra iba a correr la misma suerte, mientras que una pareja buscaba desesperada a su gato.

La diferencia de esta erupción en comparación con las anteriores en el pasado reciente de la isla es la afección que está produciendo en viviendas y otras propiedades, dijo ayer el director del Instituto Volcánico de Canarias, Involcán, Nemesio Pérez, que precisa que la peligrosidad de esta que comenzó el domingo estriba precisamente en ello.

El alcalde de El Paso, Sergio Rodríguez, indicó que los habitantes de su municipio desalojados viven una continua incertidumbre por saber en qué estado se encuentran sus propiedades.

“La gente está destrozada”, afirma el edil, que atiende a todos los ciudadanos que lo precisan porque ahora más que nunca, señala, “hay que estar con ellos”. “Ya hay que ir pensando en las líneas de ayuda para los afectados”, manifiesta Rodríguez, que se muestra convencido de que para ello habrá colaboración entre administraciones. El alcalde señala que no se preveía que la erupción afectara a una zona habitada,  y que algunos desalojos se llevaron a cabo pensando que la nueva boca estaba más hacia el norte de la zona de la  fisura principal.

“La lava engulle las viviendas a su paso como si todas fueran de papel”

“La lava engulle las viviendas como si fueran de papel”, dijo ayer una vecina de uno de los núcleos desalojados por la erupción volcánica que el domingo pasado se inició en la zona de Cabeza de Vaca, en el municipio de El Paso (La Palma).

Beatriz se fue de la casa horas antes de que comenzara la erupción y lo hizo con una persona de 91 años, con medicación y problemas de movilidad, y con la incertidumbre de no saber si su casa se salvará. Tiene vecinos que han perdido su vivienda y otros que están a punto. de hacerlo, algo que es “muy duro”, afirma esta joven técnico de prevención en una obra en Tazacorte que ayer quedaba paralizada por la lluvia de ceniza.

El núcleo de La Laguna, donde tiene su casa, en principio está a salvo porque la lava ha cogido el camino de Todoque, el pueblo vecino. No obstante, lo siente igual porque tiene familia y amigos que han perdido todo por una erupción que “arrasa todo lo que encuentra por el camino” afirma su amiga Pilar.

Beatriz comenta que muchos de los que han perdido sus casas tenían esa sola vivienda, por lo que la situación es bastante dramática. “La zona afectada tiene mucha densidad de viviendas y es triste porque gente que ha peleado toda su vida por tener una propiedad, de buenas a primeras lo pierdas porque llega una cosa como esta”.

Además afirma que hay mucha incertidumbre sobre lo que pueda ocurrir cuando llegue la lava al mar.

“Para quienes no viven aquí esto es un evento llamativo e incluso bonito, pero la gente lo está pasando fatal”, añade Beatriz, quien señala que por ahora tiene suerte porque su casa no se ha visto afectada “pero no se si la tendré cuando termine todo esto”. Beatriz sabe que, tras la boca eruptica que se abrió en Tacande algunos desalojados han podido volver por unas horas a sus casas para recoger enseres.

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