OBITUARIO

José da Cruz Policarpo: Un intelectual y pastor

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photo_camera Lluis Martínez i Sistach, José da Cruz Policarpo (centro) y José Carlos Fernández Otero, en imagen de archivo.

Si a esos dos presupuestos le añadimos un gran sentido del humor, una cercanía y sencillez única y una mente chispeante entonces tendremos a un obispo perfecto.

Eso y más fue el recientemente fallecido cardenal don José Da Cruz Policarpo que ocupó el cargo de Patriarca de Lisboa hasta finales de junio pasado.

Setenta y ocho años muy bien llevados en una época nada fácil para la Iglesia. La prestigiosa Universidad Católica portuguesa le debe prácticamente todo. Fue su rector muchos años y un hombre muy libre y sencillo para decir lo que pensaba.

Me unía a él una gran amistad que se fraguó en la cercanía que siempre manifestó hacia los sacerdotes. Y tengo de él muchas y entrañables anécdotas. La última, que nunca olvidaré, fue hace dos años. Estaba él de vacaciones y, por un error de agenda, el obispo que iba a confirmar a los jóvenes de mi capellanía española en el patriarcado lisboeta la víspera me dice que le es imposible venir. Le llegó la noticia a su pueblo y me llamó para decirme: "Tranquilo, voy yo; no voy a dejarte colgado".

Le propuse acompañar a la peregrinación del Patriarcado a Santiago en el Año Santo, unas tres mil personas. Revolvió su agenda y presidió la comitiva. La víspera le da una gastroenteritis y me recibió en su habitación estando él en pijama y muy desmejorado. Los del Patriarcado le dijeron que de ninguna manera podía ir. Los obispos auxiliares se brindaron a sustituirle. Pero él me miró y dijo: "Vamos a ver lo que pasa, pero voy que quiero conocer tu tierra". Por encima le dije que había que parar en Ourense, presidir un día la novena de Fátima y dar después una conferencia. "Tu mandas.¿De qué quieres que hable en tu tierra?".

¡Cuantas veladas hemos compartido en cenas en mi casa! Le encantaba la "Queimada" gallega aunque al final el médico le tenía muy vigilado y la persona que le cuidaba mucho más.

Acudía gustoso a todos los lugares donde solicitaban su presencia y lo hacía con aquella paz y tranquilidad muy característica buscando siempre un momento para lanzar la palabra precisa llena de humor. Incluso en momentos luctuosos. Él era un forofo del Sporting de Lisboa. Murió un párroco justo viendo un partido del club de Alvalade y al salir de la misa exequial se lo recordé. Se vuelve y me dice: "Es natural, era un hombre inteligente y los inteligentes somos todos del Sporting; también tu..."

Le comenté algo que también al fallecido repentinamente Obispo auxiliar de Lisboa, Don Tomás, le ocurrió. Fue en la elección de Benedicto XVI. "Señor patriarca, le dije, cuando anunciaron el nombre y dijeron José, me dió un vuelco el corazón". Sonrió y me respondió con una misteriosa frase: "En aquel momento yo ya estaba tranquilo..."

Un hombre genial. Y un padre entrañable. Le he visto llorar en una misa al recordar que un sacerdote joven iba a dejar el sacerdocio. La paternal cercanía hacia el clero era única. Siempre comprensivo y ayudando aún en los casos más difíciles.

Descanse en Paz, amadísimo Señor Cardenal Patriarca, y que Dios le colme de su gloria a Vd. que con mente abierta, muy abierta, lo cual le costó algún disgusto, supo regir a la Iglesia en Portugal.

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