Isabel, la última ostrera de Vigo con 45 años de oficio

La última ostrera se llama Isabel y lleva más de 45 años sin faltar a su cita en la calle Pescadería, que así se llama en realidad la Rúa das Ostras. Llegaron a ser seis las que lograron la Medalla al Trabajo concedida por el Gobierno hace un año pero una tras otra por cansancio y la edad fueron dejando su puesto, ahora mucho más cómodo que en el pasado, cuando no tenían ni donde guarecerse de la lluvia y apenas un puesto estable para despachar. Isabel sigue ahí, y a su lado un ostrero que ha tomado el relevo, Fernando, sobrino de Maricarmen, otra de las históricas.

Isabel no tiene tiempo para hablar. No para de abrir ostras, un molusco que se ha convertido en toda su vida "¿Jubilarme, para qué, no, no lo pienso”, contesta a este diario mientras atiende a otros turistas que se acercan en oleadas por la mañana, en torno al mediodía, una hora tan buena como otra. Porque las ostras es la cara de turismo de Vigo, la imagen más vendible y un punto fijo de paso para los visitantes de la ciudad. Aquello es un bullicio donde suenan acentos, un acordeón y los dueños de los bares llamando la atención de la gente para que se siente y tome algo en las terrazas.

La calle es corta y está viva. A un lado, el grupo de africanos instalados en un lateral del Bahía. Y detrás, las ostreras. O más bien la ostrera Isabel. Asegura que las ostras le gustan, pero no las consume, admite, porque en alguna ocasión no le sentaron bien. "¿Cómo está el negocio? "Nada bien, no mejora gran cosa", dice mientras hace un gesto con las manos apresurada mientras abre otra media docena y se hace la enésima foto de la mañana con los turistas. Porque ella misma se ha convertido en un icono de Vigo. A mucha honra.

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