CINE

Kirk Douglas: El origen del último inmortal

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photo_camera Kirk Douglas, un mito del cine.

Repasamos el arrance de la carrera del actor estadounidense, leyenda del Hollywood clásico 

“Tenía el sueño de hacerme rico algún día.

 Suficientemente rico como para contratar detectives que encontrasen a mi padre ,

 y entonces romperle la cabeza”

(Midge Kelly, El ídolo de barro).

De esta forma resumía la relación con su padre el boxeador interpretado por Kirk Douglas en “El ídolo de barro”, papel que le valió su primera nominación al Oscar. La pesadumbre y convicción con que se sucede esta escena permite entrever los verdaderos sentimientos que el actor, fuera de la pantalla, sentía hacia su propio progenitor. “Soy el fruto de la ira” dice en su autobiografía “El hijo de un trapero”.  Resultado de la emigración ruso-judío hacia Estados Unidos, la infancia de Issur Danilovich Demsky (su nombre de nacimiento) estuvo marcada por profundas carencias económicas y afectivas, circunstancias que él tradujo en una férrea determinación al éxito. Esta necesidad visceral de revelarse contra la dejadez y frustración que siempre rodeó la vida de su padre lo convirtió en un trabajador inagotable.

Kirk Douglas es una de las personalidades más importantes del Hollywood clásico. Digo “es”  en lugar de  “ha sido” porque a sus 98 años todavía permanece en el mundo de los vivos. Comporta un placer considerable para cualquier cinéfilo hablar en presente de una figura tan significativa para la historia del séptimo arte. En diciembre de 2013 se anunciaba la muerte de Peter O'Toole y 2014 despedía a Lauren Bacall y a Elli Wallach. Cada vez suenan más distantes los majestuosos pasos del Hollywood clásico, dejando un legado brillante, pero cada vez más lejano. Es Kirk Douglas el último, y uno de los principales estandartes de una forma de concebir el cine ya extinta. El Hollywood de las grandes epopeyas, todopoderosos estudios e irrepetibles estrellas.

Su filmografía como actor resulta extraordinaria. Muy pocos intérpretes pueden presumir de una obra tan fecunda y prestigiosa. Resultaría más sencillo recordar con qué grandes cineastas no llegó a trabajar en lugar de enumerar aquellos para los que sí representó un papel. Durante cerca de un centenar de películas trabajó entre otros a las órdenes de Vincente Minnelli, William Wyler, Raoul Walsh, Joseph L. Mankiewicz, Howard Hawks, Billy Wilder, John Sturges, King Vidor, Henry Hathaway, John Huston, Richard Fleischer, Michael Curtiz Robert Aldrich, David Miller, Otto Preminger, Anthony Mann o Elia Kazan. Y dos películas con Stanley Kubrick...

“-No te preocupes, algunas de las mejores películas

fueron hechas por personas que se odiaban profundamente”

“-Entonces nosotros haremos una gran película”

(Jonathan Shields y James Lee Bartlow, Cautivos del mal)

Cuando Kirk Douglas, en la piel de un productor sin escrúpulos, interpretaba estas líneas allá por el 1952 para la fantástica “Cautivos del mal” (supuso su segunda nominación al Oscar), no tenía ni la menor idea de lo autobiográficas que acabarían resultando. Siguiendo el ejemplo del actor Burt Lancaster (con el que ha compartido pantalla en numerosas ocasiones), funda en 1955 “Bryna Productions” (Bryna era el nombre de su madre), dando así un paso hacia la independencia a la hora de escoger guiones y manejando por fin jugosos porcentajes. Paralelamente dos jóvenes neoyorkinos, James B. Harris y Stanley Kubrick, dueños a su vez de una humilde productora, habían comprado por 10.000 dolares los derechos de la novela de Humphrey Cobb, “Senderos de Gloria”.

Tras varios intentos, ningún estudio se mostró interesado en el guión, hasta que finalmente llegó a las manos de Kirk Douglas. En 1957 se estrena “Senderos de Gloria”, brillante relato antibelicista que supone la primera colaboración Kubrick-Douglas en pantalla. Al producir a este joven realizador que todavía no llegaba a la treintena, Douglas buscaba un director técnico, principalmente correcto (Kubrick había demostrado con creces ser capaz de ello en “Atracto Perfecto” dos años atrás), un director que no se opusiera a ninguno de sus planteamientos como productor/protagonista, en su afán por controlar todo el proceso de creación de la película. Uno de los errores más afortunados en la historia del cine.

Y es que el desproporcionado ego de Kirk Douglas encontró un rival a su altura, o incluso superior, en la infinita genialidad de Kubrick. A medida que avanzaba el rodaje, la estrella consagrada veía cómo ese joven desaliñado del Bronx estaba dirigiendo la que posiblemente fuese su mejor película hasta la fecha. Efectivamente, “Senderos de Gloria” situó a Kubrick como un maestro en el arte de la realización. Posteriormente realizará 9 largometrajes más que constituyen un legado lleno de belleza y complejidad, la obra de un genio sin otras referencias que él mismo, y que por mérito propio debemos situar en el olimpo cinematográfico, junto a otros grandes maestros como Tarkovsky, Ozu, o Buñuel. Por supuesto la figura de Douglas también salió muy reforzada de esta primera experiencia con Kubrick. A sus 40 años, la estrella se posicionaba como un activo maduro e independiente, dotando a todos sus personajes de una introspección y dimensión moral muy personal y consistente.

“Yo no sé nada, nada. Quiero saber. Todo.

 Por qué una estrella cae y un pájaro no.

Dónde está el sol por la noche.

 Por qué la luna cambia de forma.

Quiero saber dónde nace el viento”.

(Espartaco)

Dice Kirk Douglas que estos versos pronunciados por el esclavo Espartaco son sus favoritos de entre todas sus películas. Resulta difícil abordar un clásico tan universal y sobre el que aparentemente ya está todo dicho. “Espartaco” fue sin duda el proyecto más arriesgado de Bryna Productions. Con un presupuesto que finalmente rondó los 12 millones de dólares, Douglas emprendió una empresa llena de intrigas, imprevistos y conflictos dignos de haber acontecido dentro y no fuera de la pantalla. Inicialmente el director escogido para dirigir la película era Anthony Mann. Talentoso y fiable, había dirigido grandes títulos como “Tierras Lejanas”, “Colorado Jim” o “Winchester 73”. Bajo la perspectiva de Douglas, el cineasta norteamericano cumplía los requisitos para llevar a cabo la película (entiéndase, fácilmente manejable y técnicamente intachable).

Los problemas comenzaron a dilucidarse después de haber rodado las primeras escenas de la película. En “Espartaco”, un día normal de rodaje incorporaba la presencia de Laurence Olivier, Peter Ustinov, Charles Laughton, Jean Simmons y Tony Curtis (por descontado el propio Kirk Douglas). El virtuosismo interpretativo del elenco de la película arrastraba inevitablemente ciertas tensiones. El contrato de Laughton estipulaba un sueldo de 41.000 dólares, frente a los 250.000 de Olivier. A su vez, Peter Ustinov disfrutaba bromeando sobre Douglas, llegó a comentar al respecto “tenemos que tener cuidado de no actuar demasiado bien, no enfademos al jefe”. Ustinov no tardó en ganarse el favor del director, logrando modificar varias de sus escenas para obtener un mayor protagonismo. Pasada la primera semana de rodaje, Douglas decidió despedir a un superado Anthony Mann. La producción necesitaba un nuevo director, y cuanto antes. El elegido, pese a las reticencias del propio Douglas, fue Stanley Kubrick.

Con un salario de 150.000 dolares y la renuncia por parte de Bryna a futuras opciones sobre las películas de Harris-Kubrick, el joven cineasta de 32 años se embarcó en el agitado rodaje de “Espartaco”. Desde el primer al último día los choques entre director y productor/protagonista se hicieron evidentes. Kubrick cortó de la primera media hora de película todos los diálogos de Douglas a excepción de dos líneas. Sentó, literalmente al director de fotografía Russell Metty, y se encargó en persona de la fotografía de la película (por cierto, Russell Metty ganó el Oscar a la mejor fotografía por “Espartaco”). Kubrick hizo, en resumidas cuentas, lo que quiso, que siempre era más de lo que se le permitía.

Finalizada la película, el circunstancial binomio Kubrick-Douglas no volverá a repetirse. El propio Douglas expresó con gran elocuencia la opinión que tenía sobre el genio del Bronx: “Stanley Kubrick es una mierda con talento”.

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