¡Mirad el pajarito! Un viaje en el tiempo para peregrinos y curiosos

Pasearse por la plaza de Fonseca, en pleno corazón de Santiago de Compostela, es sinónimo de encontrarse con José Guitián, un hombre al que "el hambre" llevó hace cuatro años a crear una cámara de fotos tan peculiar como antigua para ganarse la vida muy cerca de la plaza del Obradoiro.

"¡Mirad el pajarito¡", es el reclamo para que tanto los peregrinos como los curiosos que así lo deseen se queden mirando atentamente y, en ese momento, "click" al canto.

El artilugio que concentra tanta atención, y que se encuentra protegido por una cortinilla y una especie de paraguas, pretende imitar a los que se usaban en épocas no tan lejanas, pero en las que seguro que nadie se imaginaba que en un futuro se podrían emplear cámaras digitales, algo posible al democratizarse la fotografía.

Descendiente de los dueños de un antiguo laboratorio fotográfico, José Guitián acude puntual cada día a su pequeño rincón, situado junto a una fuente ubicada a escasos metros de la Catedral con el botafumeiro más famoso de España.

Allí permanece Guitián durante horas, con la única compañía de su cámara roja, un objeto construido por él mismo con materia prima propia: un viejo armario de madera y elementos de lo más cotidiano.

El invento funciona como un auténtico laboratorio móvil.

Hidroquinona, potasio, sulfito de sosa, revelador y papel ya descatalogado son los únicos componentes que ayudaron a José Guitián a retratar auténticas imágenes de antaño que interesan a los jóvenes y traen gratificantes recuerdos a los mayores.

Muchas han sido las personas que han solicitado los servicios de este artista de la fotografía tradicional, incluso para grandes celebraciones, como bodas, bautizos o comuniones. El motivo es común: la atracción que despierta el efecto de estas instantáneas.

Como buen profesional, José Guitián orienta al cliente, para que adopte una pose en la cual se vea y sienta relajado.

Con humildad reconoce que a su cámara le falta toda la tecnología pero, aún así, considera desde su experiencia que a través de la luz y la óptica logra imágenes de gran calidad pese a que "no tengan comparación" con la "modernidad".

En la cámara roja de José "se trabaja a ciegas", mientras que las actuales "ya hacen casi todo el trabajo solas".

Entre cinco y diez minutos es el tiempo que necesitan los interesados para sacarse una fotografía al más puro estilo del siglo pasado y llevarse a casa dos instantáneas tamaño cartera, aunque son muchas las ocasiones en las que es la cámara la que es fruto de los flashes de los paseantes, y no al revés.

Su sencilla construcción hace que la famosa cámara roja de José Guitián precise de un mantenimiento continuo para evitar humedades y hongos fruto de las inclemencias del tiempo gallego.

Una vez al mes es necesario desmontarla, limpiarla y restaurar los imperfectos que pueda tener; siempre a contrarreloj, porque al día siguiente José y su fiel amiga deben estar, como siempre, en la plaza de Fonseca para ganarse la vida. EFE

ct/am

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