GASTRONOMÍA

Pepe Solla: 'Los éxitos llegan antes o después, pero llegan'

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photo_camera El restaurador Pepe Solla, presenta esta mañana uno de sus platos creativos en una demostración en el Hostlal de los Reyes Católicos de Santiago. (EFE)

Galicia ha entrado por vez primera en el selecto club de los tres soles de la Guía Repsol 2015, y el pase lo ha logrado el restaurador Pepe Solla

Galicia ha entrado por vez primera en el selecto club de los tres soles de la Guía Repsol 2015, y el pase lo ha logrado el restaurador Pepe Solla, que triunfa con creaciones revolucionarias en su restaurante de Poio (Pontevedra).

"Los éxitos llegan antes o después, pero llegan", señala Solla, y, con el optimismo que le caracteriza, dice que el palmarés aumentará: "Llegaremos a tener dos estrellas Michelín, estoy seguro. No sé en qué momento, pero estoy seguro".

Este cocinero gallego, que se refiere a su restaurante en Poio como casa y que utiliza siempre el plural para departir sobre sus logros, se muestra satisfecho por este último, que aún está asumiendo y que "es obra" de un equipo de más veinte personas que día a día trabajan para lograrlo.

"Es un poco injusto no decirlo, porque en las fotos salgo yo y en las entrevistas salgo yo. En casa siempre me dicen que soy el que mejor salgo en las fotos y que por eso me mandan", reconoce riendo.

Pepe Solla tiene los pies en el suelo y la fama no lo ha cambiado: "Yo he llegado aquí porque me dedico a trabajar, a hacer mis cosas, a entregarme todo lo que puedo cada vez que hago algo. Y, después de todo, sigo siendo Pepe Solla, el de siempre".

Un hombre que, aparte de su restaurante, tiene un grupo de música, una familia y una fórmula del éxito que es su dinamismo, nunca el orden, porque es "un poco desorganizado", asume, e indica que, no obstante, holgazán no es.

"Yo no soy para nada perezoso. Si hay que ir, vamos, no me cuesta nada, no me da pereza. Y es ahí cuando llegas a todo", abunda.

Por ello, aboga por ponerse metas y retos continuamente, ya que, en caso contrario, llegará "el fracaso y el declive".

"Aún no hemos llegado a ningún final. Hemos hecho un camino más, hemos hecho algo bueno, pero queda mucho por andar, por conseguir, por hacer y por mejorar", advierte, y exige que el día en el que no piense así alguien lo avise.

Echando la vista atrás, Pepe Solla recuerda que al principio sentía "muchísimo" miedo escénico al cocinar y al mostrar su trabajo, pero la seguridad en su labor y la confianza de la gente lo han ayudado a superar ese escollo.

"Mi miedo escénico no lo puedes ni imaginar. Yo tartamudeaba", cuenta este restaurador gallego, quien empezó en el mundo de la cocina "tarde", con algo más de veinte años, después de abandonar la licenciatura de empresariales.

Primero lo cautivó el mundo de la sumillería, después el de la repostería, y en ambos se dio cuenta de que era necesario cambiar cosas en el mundo de la cocina, pero también de que en lugar de explicarlo era más fácil hacerlo.

Solla, que continúa con un proyecto -'Casa Solla'- que iniciaron sus padres en 1961, se declara amante confeso de la tortilla y de la ensaladilla de su madre, pero también de las patatas fritas de bolsa y de los donuts "de toda la vida, los del agujerito, y cuanto más pringuen mejor".

"Es una guarrada, sí, ¿y qué? Los cocineros somos personas como todo el mundo. Me encanta un menú gastronómico y luego me encanta esto", se sincera.

Aunque "odia" el ajo y la cebolla cruda "cuando es muy potente", como buen cocinero respeta el trabajo de sus compañeros y cuando se convierte en comensal es el mejor de todos: "Si me invitas a comer a casa y hay ajo, me lo como".

Solla defiende los restaurantes de cocina moderna pero sensata, la recuperación del producto gallego como elemento principal y la costumbre ancestral de "comer con las manos". "Es súper bonito y pude ser súper elegante. No hay que verlo mal.", manifiesta.

Prueba de ello son los aperitivos de su restaurante, a excepción de uno, dado que se sirven sin cubiertos, para sentirse como en casa y poder "desinhibirse".

Sabedor de que el momento actual para la cocina es casi irrepetible, Solla avanza que si sus hijos quieren continuar con su legado, él pondrá todo de su parte para enseñarles lo que aprendió de sus padres.

"Yo estaré orgulloso de que mis hijos hagan lo que quieran. Lo único que les pediría siempre es que sean buenos en lo que hagan, que la meta sea ser bueno en lo que haces, y esto solo ocurre si es lo que sienten", concluye.

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