Adolescencia

El autor hace un canto a la amistad a través del recuerdo de su amigo que murió de forma triste después de una vida triste por culpa de un padre que no lo fue.
Los hombres no lloran, Daniel’. El llanto, con la violencia de un mar embravecido, subía corazón arriba, garganta arriba y trepaba hasta los párpados apretados para herirlos con puñales de sal y de espuma.

‘Los hombres no lloran, Daniel’. Las lágrimas habían derribado finalmente el dique del pundonor...

‘Los hombres no lloran, Daniel’.

Y yo acordándome de David. Del padre de David, que los fines de semana se olvidaba de su mujer para reunirse con su mante.

Del padre de David, que durante la semana se olvidaba de la querida y la mujer y se acodaba en la barra del bar. Del padre de David, que se olvidaba de la amante, de la mujer y de los hijos y se emborrachaba con los amigos.

Del padre de David, que un día olvidó su pistola encima del aparador...

Y de David, que cogió el arma... y decidió que su padre le recordaría siempre.

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