Se avecinan cambios para Maribel

Maribel se preparaba para comenzar sus vacaciones. Había cumplido los cincuenta años y lejos de entristecerse, iba a celebrarlo por todo lo alto.
Comenzaban las vacaciones para Maribel. Aquella mañana se despertó sin el horrible ruido del despertador.

Cuando se miró al espejo, se quedó chafada por el mal aspecto que tenía.

Pero se tranquilizó al instante, al pensar que vendría con mejor color al regresar de sus vacaciones en la playa.

Hacía unos días que había cumplido los cincuenta años y en lugar de entristecerse, pensó que, sería mejor celebrarlo con unas buenas vacaciones, no iba a reparar en gastos de esta vez.

Había unas cuantas cosas en su trabajo que no le gustaban, no se encontraba a gusto últimamente. Lo mismo le ocurría con sus compañeros.

Era Maribel la mayor en edad, en aquella oficina, pues todos los demás empleados rondaban la edad de veinticinco a treinta y cinco años; incluida la jefa. Maribel se daba perfectamente de cuenta que no les gustaba. No les gustaba, que ella, llevara el trabajo con tanta responsabilidad y tanto mimo. Quedándose alguna vez, fuera de su horario si hiciese falta. Ellos hacían bromas a sus espaldas. Ella no quería nunca darle importancia, pero en el fondo no le gustaba.

A principios de diciembre, algo iba a cambiar en aquella oficina para Maribel y para todos. En una reunión de última hora, en la cual se convocó a todos los empleados, se informaba, que dejaría el cargo la actual jefa para incorporarse el nuevo jefe de personal y que en unos días se llevaría a cabo.

El mismo lunes de la siguiente semana y en el mismo momento, en que entraba por la puerta de la oficina Maribel, él apareció. No era una evocación, ni un sueño. Tenía la misma figura esbelta que antes. Reconoció los movimientos, el característico gesto de inclinar la cabeza.

Alterada por la visión, cayó desplomada al suelo cerca de los pies de Armando.

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