Enfermo de Chile

Portada de la primera edición, hecha en Chile en 1951.
En el libro abundan las situaciones divertidas e insólitas del que recorre un país americano en los años cuarenta. El humor y la ironía que los lectores de Eduardo Blanco Amor conocen, está presente en toda la narración de ‘Chile a la vista’.
Cuando Blanco Amor llega a Chile por primera vez en 1949, procedente de Buenos Aires, quedó ‘vencido por el encanto del país... enfermo de Chile’, escribiría. Un viaje deste Santiago hasta Arica pronunciando conferencias, daría como resultado el libro ‘Chile a la vista’, publicado en Chile en 1951 y reeditado por Galaxia en 2003. A pie, en aviones militares, en barco, en remolques hizo Blanco Amor este viaje, que contó en un libro que él calificó de ‘superficial, modesto, alicorto’, por el que el Gobierno chileno de concedería la distinción más alta del país, la medalla O’Higgins.

En más de 400 páginas, vuelca su pasión por aquel país sin ocultar una mirada crítica cuando es necesario y con su toque de hombre cosmopolita, que valora las cosas pequeñas, los personajes locales y populares, sin que falten referencias culturales propias de un intelectual como él.

Los títulos de algunos capítulos dan una idea de dónde puso el viajero su mirada: ‘Los taxistas esteticistas’, ‘Los perros apacibles’, ‘Sobre las señoritas y las señoras’, un laudatorio canto a las cuarentonas: ‘Si yo tuviesa veinte juglarescos años, los pondría, como un tesoro intacto, a los pies de una chilena cuarentona’. Años más tarde, ya en Ourense, publicaría en La Región un artículo sobre el tema refiriéndose a las ourensanas, a las que critica su desagradable tono de voz. Otros capítulos los dedica a ‘Mis amigos los ladrones’, ‘Las funerarias’, ‘Sobre la borrachera y su mística’, ‘Espíritu de la materia. El petróleo’, etc.

Blanco Amor se asombrará de que en Santiago, ciudad en la que percibe ‘un tufillo oriental’, no haya cafés, a los que considera ‘un elemento de formidable contribución para la paz pública... Una válvula de escape necesaria en una ciudad’. Como buen viajero, recupera las que considera ‘dos formas de juventud’: el vagabundeo y la nocturnidad.

La ciudad del mundo con más diputados

En Temuco, ‘corazón de la Araucana en donde se supone residen indios, Blanco Amor sólo encuentra diputados. ‘Diputados conservadores, radicales, liberales, de los mil partidos, de los partidos enteros, de los intermedios que están en proceso de partimiento o de enterización. Además, ex diputados de partidos extinguidos y prediputados de los partidos aún no natos. Me temo que haya que dividir a los ciudadanos de Temuco en tres clases: los que fueron diputados, los que lo son y los que lo serán. No he visto en los días de mi existencia ciudad más política.’ En Chile Blanco Amor alternaría con las familias más selectas, del presidente del país para abajo, y con los intelectuales más destacados.

Escribió el libro en Viña del Mar, en casa de unos amigos. Lo dedica a su amigo el escritor Hernán Díaz Arrieta, e incluye una frase de Ortega y Gasset referida al viajar: ‘El placer de la visión, de recorrer, de palpar con la pupila la piel de las cosas’. En este libro queda bien claro que el viajero recorrió y palpó la piel de Chile.

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