‘Se falsifican DNIs’

'Se falsifican DNIs' (Foto: Xoán Baltar)
Barrio del Rabal. Noche de luna oscura. Paseo con todos los ojos, y alguno más abiertos. Huele a sandía y a hachís. La luz en una tienda me dirige la vista.
Una pequeña tarjeta tras el cristal deslucido anuncia susurros: ‘Se falsifican DNIs’. El hormigueo ansioso de la tentación se dilató por mis venas. Los pensamientos de la curiosidad insana desplegaron velas. Me atreví.

Salí al nocturno hora y media después, seguido por dos cabezas chinas intermitiendo saludos en cabezazos. Ahora me llamaba Andrés Risueño Cartuja, lo decía mi flamante documento de identidad. En otro tiempo lejano, el que finalizó esta noche, fui Antonio Pérez Sánchez, tópico y desconocido. Os preguntareis de dónde saqué la idea del nuevo nombre. Me lo propusieron los amarillos entre gestos de asentimiento que invitaban a la confianza.

El documento era bueno; dijeron tener identidades nuevas, pues pertenecieron a gentes que ya no están. El cambio se produjo al incorporar la foto y mis huellas digitales.

Yo ya no era yo, sino un nuevo hombre, un Fénix que dejaba su pasado.

El diferente nombre me sentó como una nueva piel.

Yo, comerciante de fotocopiadoras, hombre apocado y tendente a la timidez, enseguida tuve deseos de beber. Me metí en el primer antro y agoté tres güisquis de golpe, compré coca en una esquina, me fui a un burdel, cargué dos rayas, me tiré a una tetona, discutí con un matón y le rompí una mano. De madrugada fui detenido.

El comisario no salía de su asombro. Dijo ante mi DNI, leyendo una vez y otra el estrenado nombre: Pero, ¿no se habían cargado al Risueño el mes pasado en un ajuste de cuentas?

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