Inútil ansiedad

Inútil ansiedad. (Foto: Xoán Baltar)
La sombra no puede escapar de su sino, por más que lo intente o de desagrade su destino. Siempre pegada a su amo, sólo le queda la aceptación de lo irremediable.
Intentó separarse de su amo y señor, pero no lo consiguió.

Se retorció, se estiró, quebró sus formas y sus perfiles e incluso ascendió por empinadas paredes, pero todo fue inútil. Desolado, comprobó que, como siempre, se limitaba a seguir a su dueño, a imitarlo, a practicar un continuo y, a veces, cómico remedo de la actividad de quien lo había tiranizado durante toda la vida. Aunque estaba claro que aquella situación no tenía remedio alguno, había veces en que iniciaba una torpe rebelión que, en realidad no llegaba a merecer tal nombre, porque el concepto de rebelión implica la desobediencia, el rechazo a transitar por el camino que imperativamente nos es marcado. Y ciertamente nada de eso conseguía, ya que incluso los más forzados retorcimientos y estiramientos no eran sino expresión de su permanente estado de sumisión. Hubo una época en que creyó que la noche podría ser una valiosa aliada en sus ansias de libertad. Cuando su dueño estuviese durmiendo, en plena oscuridad, quizá podría intentar algo... No tardó en darse cuenta de que aquellos momentos eran los más inoportunos, los menos apropiados. Se sintió hundido cuando reparó en que, en realidad no existía ningún momento que pudiera ser considerado apropiado. Su condena a la esclavitud era permanente y perpetua. No podía acudir ni a la Justicia ni a organizaciones no gubernamentales para implorarles ayuda y pedirles que velaran por sus derechos, porque, bien lo sabía, no tenía derecho alguno. En un mundo lleno de garantías y seguridades, él estaba huérfano de toda protección. Aquello era tan injusto como cierto.

Lleno de amargura, comprendió que lo único que podía hacer era aceptar las tristes condiciones de vida de los de su especie. Tenía que asumir que era lo que era: una sombra.

Te puede interesar