La siesta veraniega con sueños

Se dice que la siesta es típica del verano. Realmente, la siesta es algo que había que disfrutar todo el año, aunque bien es cierto que cuando aprieta el sol en pleno mes de agosto, no hay nada mejor que dormir una siestecita. Pienso que es uno de los placeres más interesantes del tiempo estival. Hasta el refranero español está lleno de frases que hablan de tan bello acto. Y los refranes nunca se equivocan. O por lo menos eso es lo que decía mi abuelo, que en paz descanse.
Refranes como: ‘Eres como el perro del hortelano, que ni duerme la siesta, ni la deja dormir’, o aquel que dice: ‘quien a buen arbol se arrima, buena sombra le cobija (para dormir la siesta, claro está). Pues eso, cuando tengo la oportunidad, me gusta dormir la siesta a pierna suelta. Y cuando lo hago, siempre me pasa lo mismo: una serie de sueños increíbles bucean dentro de mi mente. A pesar del continuo sonido de la calle que está a poca distancia de mi habitación y para protegerme de ese malestar ruidoso del exterior y tras insonorizar la vivienda con alfombras y cortinas gruesas e inyectar aislantes acústicos en suelos y paredes, cerrando las persianas totalmente, uno se abandona a la siesta y gloriosamente me quedo dormido.

Es entonces, cuando sueño con una tupida y cálida lluvia de verano que cubre las aceras de la calle como manchas de leopardo y mujeres mayores sacan sus plantas a la escalera de incendios como si sus flores fueran familiares enfermos. Suelo soñar esas cosas y muchas más mientras duermo la siesta. Encerrado en fantasías a medio recordar. Sueño con un corazon que está confinado en una jaula de cristal y con una oveja negra. Sueño con una mujer estéril que vive rodeada de muchos muñecos que se siente sola.

No todos los sueños durante mi siesta, son tristes y grises. También surgen ensoñaciones alegres y simpáticas, como cuando mi inconsciente me transmitió imágenes de unos maniquís de una tienda bailando frenéticamente en el escaparate. O unos calcetines saliendo de sus cajones y que empezaron a volar por las calles. El mundo del sueño es infinito durante la siesta veraniega. Suelo soñar mucho y revolverme en mis sueños. Murmurando y suspirando. Al despertar, me miro al espejo y tengo los ojos como un búho. Me doy una ducha en agua fría y decido ir a pasear por el bosque...

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