Cartas al director

Autocrítica de la democracia

La democracia también comete errores a pesar de que nos la presenten como el instrumento eficaz para conseguir la libertad frente al totalitarisimo. La democracia es un proceso no para no cometer errores ni llegar a la verdad, sino para dar legitimidad incluso a los errores.

Deberíamos abandonar el lugar común según el cual las comunidades autónomas, son un oasis de democracia porque analizan los problemas desde una perspectiva más cercana. La “proximidad” es una categoría intelectual que hace a los problemas más próximos; ayuda a encontrar más fácilmente soluciones, pero al mismo tiempo nos aleja de una perspectiva universal. En un mundo interdependiente con varias formas nuevas de autoridad no democrática, con populismos declarados o rampantes, es muy inverosímil que la democracia circunscrita a algunas comunidades autónomas particulares pueda existir solo a un nivel. La democracia o es algo que afecte a la generalidad de los ciudadanos o no será.

Hacer de la democracia una realidad más compleja implica tomar en consideración esa dimensión de la globalidad en la que se desarrolla nuestra vida colectiva. Ese contexto de crecimiento de interdependencias de las diversas autonomías obliga a pensar lo particular en una perspectiva de universalidad. Si una comunidad autónoma se descuelga del criterio general, pone en peligro el mismo interés general. La democracia no es la expresión de una preferencia formulada aisladamente, sino el resultado de un procedimiento en el que descubrimos tales preferencias. La democracia real es la que busca los intereses de todos los ciudadanos.

La legitimidad de las decisiones democráticas no viene dada por sus resultados, sino por sus procedimientos. En principio, las democracias organizan mejor los procesos de deliberación y de gobierno. Sus procesos de decisión están abiertos al contraste y a la libre discusión, por lo que suelen dar lugar a decisiones que no siempre están de acuerdo con la verdad y racionalidad de tales decisiones.

Tenemos buenas razones para pensar que es más probable que la democracia proteja mejor los derechos humanos o que tome mejor decisiones que otros sistemas políticos, pero eso no justifica esa capacidad. Si fuera así, entonces podríamos decidir que pierde su autoridad cuando no lo consigue. Que sus errores sean frecuentes, e incluso algunos de ellos sistemáticos, no disminuye su legitimidad cuando a esta no se le ha hecho depender de sus aciertos en el orden de los resultados.

La democracia que ha demostrado su eficacia en la lucha contra el totalitarismo, se ha visto forzada a dejar flancos desguarnecidos. Es necesario fortalecerla en su enfrentamiento contra los particularismos totalitarios.