Opinión

El pokemon remolón

Se mueve con la velocidad y la cadencia de las series de animación japoneses. Seguro que recuerda a Oliver y Benji en aquellas interminables, agónicas, estupefacientes jugadas de fútbol que se prolongaban de un episodio a otro, dejando el balón y el portero suspendido en el aire durante días. O las batallitas del incombustible Songoku, trasteado por el enemigo, concentrado, hablando consigo mismo, con su retrato congelado en pantalla, meditando el ataque final. Tal vez la operación que instruye la célebre jueza de Lugo se llame Pokemon por el ritmo, porque es una historia interminable, un goteo lento de sacudidas, sorpresas e incógnitas. Sabemos que la Justicia es lenta, pero este suspense judicial está causando daños psicológicos, administrativos y estéticos irreparables. Probablemente, en algunos casos para nada. Todos queremos que se haga Justicia, faltaría más, pero con diligencia, sin causar más desperfectos que los imprescindibles. Lo contrario es injusto.

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