Opinión

Sin pudor

Envueltos en el tufo de la escandalosa espiral de corrupción en un país, el nuestro, que sigue su pesado caminar hacia ninguna parte, no hay ni se espera margen posible en la mal llamada clase política ni menos demostración de mínimo y exigible pudor en su acepción más amplia, aquella que habla de condiciones de 'honestidad, modestia o recato'. Tras la que está cayendo, que no es poca, y con los responsables jugando desde ni se sabe cuando con cartas marcadas, mucho tendrían que cambiar las cosas para que las sesiones que la próxima semana dedicará el Congreso al pretendido debate sobre el estado de una nación abochornada, no se conviertan en monográfico en el que unos y otros pongan sobre la mesa vergüenzas ajenas, exigiendo del rival dimisiones y urgentes renuncias, al tiempo que justifican sus propias indecencias.

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