Opinión

Putin, el atormentado Hamlet del Kremlin

Brillaba el sol en Moscú el pasado día nueve de mayo, día de la celebración de la victoria sobre la Alemania nazi de Hitler, la fecha ideal para celebrar el músculo vigoroso de la eterna Rusia. A pesar del esplendor de los uniformes dorados, las calles de Moscú estaban vacías de ciudadanos entusiastas y llenas de vigilantes policías para evitar atentados, ya que por toda Rusia circula un miedo clandestino a posibles atentados y sabotajes. Desde que el pasado tres de mayo dos drones atacaron las torres doradas de un edificio del Kremlin, y los medios oficiales leyeron el hecho como un intento de asesinar al presidente Vladimir Putin, el miedo se extendió por toda la geografía del país y en los cenáculos del régimen corre el rumor de que la sociedad rusa está trufada de topos ucranios dispuestos a una lucha de sabotajes cuyas principales víctimas hasta ahora han sido destacados personajes considerados entusiastas apologetas de la invasión. 

Esta tesis instalada en el imaginario colectivo la confirma el atentado contra el escritor Zakhar Prilepine, seriamente herido el pasado 6 de mayo cuando su coche saltó por los aires por la explosión de una mina en la región de Nijny Novgorod causando la muerte a su escolta. El autor del atentado confesó a la policía que había sido reclutado por los servicios de información de Ucrania.

En la tribuna de honor desde la cual los jerarcas rusos contemplaban el desfile, Vladimir Putin aparecía con rostro serio y meditabundo. Es un hombre a la deriva, un Hamlet pensativo y lleno de dudas antes miles de calaveras, fruto de sus decisiones. Pocas veces un solo hombre ha sido el único responsable y causante de una guerra que está dejando un interminable número de muertos y mutilados, a la par que interminables ríos de dolor. 

Según un comunicado que la ONU acaba de hacer público, desde que comenzó la invasión en febrero del pasado año, en Ucrania han muerto 8.971 civiles, de los que 519 eran niños. Los heridos se elevan a 14.815. Estas citas son las contabilizadas, pero todos los indicios apuntan a que las cifran pueden ser mucho más, debida a que faltan datos fidedignos de muchas ciudades. Por otro lado, los muertos se acumulan de hora en hora, ya que en ciudades como Bajmut los combates son cada vez más encarnizados. 

Se lucha calle a calle, casa a casa. Se avanza y retrocede pisando muertos. Y a pesar de todo, Ptuin sigue en pie, como un Hamlet noctambulo, recitando soliloquios desesperados, pero ninguno de arrepentimiento. Es inútil que le digan, “señor Putin, abandone esta locura, ordene a sus soldados que dejen de combatir en una lucha asesina y sin futuro.”

Después de 14 meses de combates y muertes, Putin se enfrenta a una realidad muy distinta de la que soñó a finales de febrero del año pasado cunado decidió lanzar a sus soldados, a sus tanques y a sus aviones contra Ucrania. Calificó su decisión como operación militar especial, no se atrevió a llamarla con el nombre de guerra porque pensaba que la operación duraría unos pocos días, le habían dicho que la población ucrania detestaba al presidente Zelenski y que cuando los soldados rusos entraran en desfiles liberadores por las calles de Kiev, Jerson o Balmut los habitantes les recibirían con aclamaciones y abrazos. Sucedió todo lo contrario. 

A medida que pasaban los días, el rechazo a Putin y a Rusia aumentó de temperatura y la identidad de los ucranianos con su país se fue haciendo más vigorosa y visible, Zelenski pasó de cómico poco valorado a héroe y mito nacional y mundial. Le escuchan en todos los parlamentos y los politólogos analizan sesudamente cada una de sus palabras: Kiev se ha convertido en lugar de peregrinación de los grandes líderes occidentales. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen acudió a Kiev para pasar con Zelenski el día de Europa. 

Putin ha fracasado en todos sus planteamientos y lo está viviendo con el sentimiento atormentado de un gran fracaso. Inició la guerra para fijar las fronteras de Rusia lejos de los países de la OTAN y ahora tiene miles de kilómetros de Rusia fronterizos con países que forman parte de la Alianza. Solo con Finlandia comparte 1.300 kilómetros de frontera. Su imaginación paranoica piensa que todos quieren atacarle a él y a su país, Por todas partes y en todos los gestos ve enemigos de Rusia. Recientemente ha declarado: “La civilización en la actualidad se encuentra en una gran encrucijada histórica. 

De nuevo se ha declarado una guerra contra Rusia”. Él sabe que el único responsable de esta guerra es él, Vladimir Putin, pero quiere hacerse la víctima, siendo consciente de que es el verdugo. La guerra ha destrozado muchos mitos convencionales, dogmas comunes que se ha revelado falsos. Antes de comenzar los disparos había la creencia generalizada de que Rusia tenía el ejército más poderoso del mundo, en el campo de batalla se está viendo cada día de que esa afirmación era falsa. 

La práctica destroza al mito. Lo acabamos de ver en la ciudad de Bajmut donde se libran los combates más sangrientos y encarnizados, en varias ocasiones el Kremlin y el grupo de mercenarios Wagner la dio como conquistada, pero el ejército ucraniano resistió todos los envites y ahora es el ejército ruso quien da muestras de debilidad. Un portavoz del ejército declaraba hace unas horas en Kiev haber causado grandes pérdidas a los rusos, en concreto a la 72 brigada de Fusileros Motorizados. Y hace unos minutos acabo de estuchar en la radio France Inter que esa brigada había sido derrotada y los mercenarios de la Wagner se limitaron a asegurar que la brigada había abandonado sus posiciones.

Antes estas malas noticias del frente, Putin sigue desarrollando el discurso victimista de que Occidente provoca la escalada en esta guerra, cultiva el culto al nazismo y destruye los grandes valores tradicionales del humanismo al perpetuar un sistema de violencia. Putin ve en Rusia una fortaleza asediada, otra de sus paranoias. Son muchos los países que se independizaron de la órbita rusa quienes llaman desesperadamente a las puertas de la OTAN, especialmente después de la invasión de Ucrania.

Por orden de Putin, este año, en los desfiles de la Victoria no participaron los veteranos conocidos como los inmortales, excombatientes de la Segunda Guerra mundial, muy valorados por los rusos. No les autorizaron participar en el desfile porque suelen hacerlo llevando retratos de compañeros muertos y temían que este año pudieran llevar retratos de soldados rusos muertos en Ucrania. 

En Rusia sopla un aire de derrota, una derrota de la que muchos culpan al presidente que se siente como un Hamlet amenazado, por eso para justificar la presencia de sus tropas en Ucrania, dice: “El objetivo de los enemigos de Rusia es destruirla y desmembrarla. Luchamos para liberar al pueblo de Ucrania del grupo de nazis que la dominan para convertirla en moneda de cambio de Occidente.”

Las declaraciones y discursos de Putin están dominados por una histeria retorica que trata de imponer como discurso público a sus ciudadanos. El viento de la crispación sopla con fuerza por todo el país, lo que aumenta la violencia en la sociedad. Los crímenes por armas de fuego han aumentado notablemente en Moscú y en las poblaciones fronterizas con Ucrania. 

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