Opinión

Tensas vísperas electorales en Turquía

El próximo 14 de mayo, domingo, los turcos están llamados a las urnas en una doble consulta electoral, las presidenciales y las legislativas. La tensión se palpa en el aire porque por primera vez, en los últimos años, el presidente, Recep Tayyip Erdogan, no figura como favorito en todas las encuestas. Su popularidad ha perdido muchos enteros y el país se agita en una crisis profunda. La oposición encabezada por Kemal Kiliçdaroglu al frente de una coalición de seis partidos amenaza con ganarle el pulso a Erdogan. En esta agitada campaña, la consigna de la oposición es muy simple y escueta: “Ignorar a Erdogan y seducir a los votantes de Erdogan”. Todos los candidatos centran los mayores esfuerzos en Estambul. Están convencidos de que quien gana en Estambul, gana en Turquía.

Estambul es y ha sido la ciudad símbolo de Turquía a lo largo de la historia y de todas las civilizaciones y pueblos que han pasado por esa geografía. Los griegos la llamaron “reina de las ciudades basileuousa”. Se llamó Bizancio, ciudad de Bizas; Constantinopla, ciudad de Constantino, y Estambul que significa camino de la ciudad. Es lógico que se haya convertido en el epicentro donde se concentras la tensa campaña de las próximas elecciones. Desde hace varias semanas hubo altercados violentos e incluso disparos, afortunadamente sin víctimas mortales, en espacios frecuentados por miembros de la oposición. En el gran Bazar de Estambul hay discusiones ásperas y encendidas entre unos y otros vendedores de distintos colores políticos. El gran Bazar de Estambul es el mercado más policromado y variado del planeta, se puede comprar de todo, desde doradas hornacinas de la primitiva cristiandad de Capadocia hasta alfombras persas tejidas con hilos de oro pasando por retablos medievales, réplicas de vestidos de princesas austrohúngaras o trajes de mandarines chinos.

Kemal Kiliçdaroglu es el líder del Partido Republicano del Pueblo (CHP) situado en el centro izquierda nacionalista, la formación del histórico fundador de la Turquía moderna, Mustafa Kemal Ataturk. Aunque los candidatos en la carrera presidencial son cuatro, parece que la presidencia se disputará en un cuerpo a cuerpo entre el actual presidente Erdogan y el líder más sólido de la oposición, Kiliçdaroglu. Es la primera vez que esto ocurre, ya que desde hace 21 años que Erdogan llegó a las más altas esferas del poder, siempre fue el favorito en las grandes elecciones. Eso genera tensión, mucha tensión entre los militantes y votantes del Partido de la Justicia y el Desarrollo, la formación política de Erdogan que en los últimos años dio un giro islamista, en contra de los principios fundamentales laicos establecidos por Ataturk. Antes del piadoso giro de Erdogan hacia el Islam, Turquía era un país laico: en Estambul, en la capital Ancara, en las universidades y en todos los lugares públicos, apenas se veían velos cubriendo el rostro de las mujeres. Ahora los velos cubren la mayoría de los rostros femeninos. Desde las distintas áreas del poder se actúa contra los gestos y criticas que se consideran ataques heterodoxos al actual presidente. Estos día se habla del joven grafista, Mahir Akkoyun, que ha sido detenido hace dos semanas por haber publicado en las redes sociales un dibujo donde aparecía sobre un fondo azul la imagen de un sonriente Erdogan con un texto que decía: “¿Os parece caro este producto? Es gracias a Erdogan. Pensadlo cuando vayáis a votar”. En la pintura se podían ver varias estanterías con distintos productos. El juez que examinó la causa le advirtió que podía incurrir en delitos que le podían acarrear cuatro años de prisión.

Este caso es muy revelador de la tensión y la inquietud que se está viviendo en el campo del poder. A propósito de Mahir Akkoyun, en el diario de la izquierda independiente, BirGün, escribieron: “Está claro que sobre los dirigentes actuales soplan vientos ásperos. No consiguieron dividir la tabla de los seis que forman la coalición opositora, por esos las susceptibilidades que demuestran ante cualquier crítica”.

Es lógico. El país esta viviendo una situación social y política extrema, por eso la oposición exige un cambio histórico. El presidente Erdogan va, en los sondeos, 10 puntos por debajo del porcentaje de los votos conseguidos en las últimas presidenciales de 2018. En esa ocasión logró el 52% de los sufragios, resultando elegido en la primera vuelta. Ahora tiene mucho plomo en las alas y vuela bajo. Le acusan de haber gestionado mal el violento terremoto que sembró la muerte y el terror a principios de años. Le acusan de falta de medidas para neutralizar el galopante desempleo. Según los datos del instituto público de estadística, el famoso (Tüik) el número de desempleados asciende a 8,9 millones, un 23,4% de la población activa. El número de asalariados también disminuyó, bajando hasta los 31, 4 millones.

El candidato de la oposición, Kemal Kiliçdaroglu, viejo y experimentado zorro de la política, a la par que hábil comunicador, para denunciar la inflación indomable de los precios de los alimentos, el pasado 9 de abril subió a su cuenta de twitter un video donde aparecía con una cebolla en la mano, diciendo: “La cebolla está muy presente en todas las agendas de nuestros ciudadanos. Hoy su coste es de 30 libras turcas (1,4 euros) el kilo, un precio absolutamente excesivo, pero en caso de que reelijan al actual presidente, el kilo de cebolla subirá hasta las cien libras turcas”. El ejemplo de la cebolla tiene analogía con lo que sucederá con otros muchos productos como el te, añadió.

Con el fin de neutralizar lo ataques el presidente Erdogan multiplica sus intervenciones a lo largo y ancho del país como un papá Noel cargado de promesas. A los funcionarios públicos les promete rebajar la edad de jubilación y aumentarles el salario mínimo, así mismo se compromete a construir miles (de momento no fijo el número) de viviendas sociales, una bajada del 15% en el precio de la electricidad. Y el 20% en el precio del gas. También se compromete a promulgar leyes que castiguen severamente a quienes no cumplan las normas de seguridad en la construcción, una forma de responder a las críticas que le hicieron a causa de los mortíferos efectos del terremoto del pasado 6 de febrero.

Su contrincante Kilçdaroglu le clavó un dardo muy sensible y desconcertante a afirmar que recuperaría los miles de millones de dólares que había dado a los hombres de negocios del círculo del presidente y que los distribuiría entre los más necesitados. Por ahora, sobre este delicado y perturbador asunto, Erdogan guarda silencio.

Dado lo incierto del resultado electoral, los turcos sigue con una curiosa tensión los broncos avatares de la campaña.

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