Opinión

Turquía, el gran líder gana otra vez mientras la economía se hunde


El pasado 6 de febrero, un seísmo rencoroso sembró de destrucción y muerte los bellos paisajes de Anatolia, dejando la imagen de la devastación. El gobierno de Erdogan reaccionó tarde y mal según todos los observadores y los afectados. Al mismo tiempo la economía se desplomaba y la inflación alcanzaba cifras inasumibles, un 44% anual, se hablaba de la devaluación de la libra turca. El descontento se reflejaba en todos los rostros. Estambul, el aire de Estambul, el cielo de Estambul, siempre poblado de alegres músicas orientales, se convirtió en el escenario de masivas manifestaciones y protestas. La verdad es que a lo largo de los más de veinte años que lleva en el poder ha visto, padecido y superado problemas de toda índole. Desde casos de corrupción pasando por el intento de un golpe militar. 

Hace dos meses, nadie daba un centavo por la supervivencia política de Erdogan, los politólogos e incluso los videntes esotéricos profetizaban su derrota. La oposición encabezada por Kemal Kiliçdaroglu, líder del Partido republicano del pueblo (CHP), fundado por Mustafá Kemal Ataturk, padre de la moderna Turquía, que a base de paciencia y muchas concesiones logró formar una coalición de seis partidos, entre ellos el nacionalista de Meral Aksener, considerada la pitonisa den nacionalismo turco convertida en agresiva oponente del presidente.

UN HOMBRE SENCILLO

El aspirante opositor, Kemal Kiliçdaroglu se presenta como hombre sencillo, una imagen absolutamente opuesta a la opulenta majestad que ofrece permanentemente Erdogan. Dentro de los matices del cuadro que acabo de describir, hace dos meses la mayoría de los sondeos de opinión y las encuestas de los distintos institutos sociológicos enunciaban que el pasado 28 de octubre terminaría la larga época de Erdogan como el todo poderoso músculo dominador de la política turca. Llegó el pasado 28 de mayo, los turcos estaban llamados a las urnas al igual que los españoles, los turcos para elegir presidente, los españoles para designar alcaldes y presidentes de varias comunidades. La víspera electoral, un grupo de jóvenes turcos, alineados con la oposición, fueron detenidos por insultos al presidente saliente. Al día siguiente, después del recuento de votos, las profecías y las esperanzas naufragaron. El supuesto cadáver, resucitó.

A pesar de todo, el presidente sigue manteniendo su aura no solo a nivel interno, también a nivel internacional. Los que pronosticaban un fin de reino han visto como Recep Tayyip Erdogan era realegido para un tercer mandato de cinco años. A sus 69 años es el segundo hombre político más popular de Turquía, detrás de Kemal Mustafá Ataturk, fundador de la patria turca. Erdogan es un hombre que despierta fervorosas y ardientes pasiones encontradas, por un lado, los que le alaban y veneran como un padre providencial. Enfrente, sus encarnizados detractores que le ven como un sultán despótico. Nadie es indiferente.

E las pasadas elecciones hemos podido contar los que le alaban y siguen, suman el 52% de los que acudieron a las urnas. Los que le aborrecen y quisieran verle lejos del poder. Son menos, el 48%. A la vista de estas dos cifras, Erdogan tiene cinco años para edificar a su medida lo que muchos llaman la “II república”, opuesta a la que fundó Ataturk. Ataturk fundó una Turquía laica, mirando hacia Occidente; Erdogan sueña con la construcción de una Turqia más religiosa, en la que el Islam cohesione las costumbres y los minaretes de las mezquitas tatúen ciudades y pueblos. Sueña con una sociedad más autocrática, con los ojos puestos en los países del Golfo, buscando unir su destino a Rusia y China, lo opuesto a lo que hizo Ataturk hace cien años que levantó una Turquía dentro de los parámetros occidentales sobre el solar de escombros del imperio otomano. No cabe duda de que a pesar de las múltiples enfermedades que dicen que padece, después de veinte años de poder, en estas elecciones ha reforzado su control sobre el país de manera considerable. 

MAQUINARIA ELECTORAL

Su formación política (AKP), Partido de la justicia y el desarrollo es más que una formidable máquina electoral, es una gran empresa de ayudas sociales. Quince millones de personas de los 85 millones de habitantes con que cuenta el país, viven de las ayudas sociales que distribuye el (AKP). Se puede considerar que la formación Justicia y Desarrollo, más que un partido político es un “partido estado”. El clientelismo es su forma de estar en la sociedad. Cuenta con doce millones de militantes. Una barbaridad. Le acusan de abusar de los apoyos estatales. Es una poderosa maquina de contratos, no solo de los que emplea la maquinaria burocrática partidaria sino en las diferentes administraciones estatales. Los piadosos seguidores del Islam también tiene muchas ventajas.

El control estatal también se proyecta en los medios de comunicación, al igual que lo que está ocurriendo en la Rusia de Putin, Erdogan facilita la compra de los medios más poderosos a los oligarcas amigos. La organización Reporteros sin fronteras ha denunciado qué durante esta campaña, la televisión oficial turca (TRT) dedicó 60 veces más de tiempo al presidente saliente que al candidato opositor. La guerra de Rusia en Ucrania, tan cercana, lo perturba todo, pero los turcos se posicionan en mayor medida a favor de las tesis de Rusia que de Zelensky.

Sorprendentemente, el candidato opositor, en la última parte de la campaña desató unos furiosos ataques contra los emigrantes, poniendo en el centro de mira a los más de tres millones de refugiados sirios a los que considero como grandes perturbadores sociales. Llegando a decir “si los sirios siguen aquí, nuestras villas y ciudades estarán bajo el control de las mafias y de los barones de la droga. Nuestras jóvenes no podrán caminar solas por las calles.” En los carteles opositores de los días previos al voto electoral apareció la fotografía de Kemal Killiçdaroglu y una inscripción que decía: “Los sirios partirán, vosotros decidís”. Esta repentina fiebre xenófoba de un líder que no lo es, tuvo el efecto contrario a lo esperado.

A pesar de todos los males que se abaten sobre Turquía, el macizo de las fuerzas conservadoras turcas ve en Erdogan una garantía de estabilidad política.

Te puede interesar