Opinión

Esperando siempre

E lla espera en la cola del Inem, espera su turno con la esperanza de que esta vez sea la definitiva, de que al otro lado de la mesa una sonrisa le confirme que ya ha encontrado su trabajo. El espera que todo salga bien, que no haya ningún contratiempo y que ambas estén listas para el futuro que juntos han soñado. Ellos esperan, esperan en la cola del autobús, en la sala del juzgado, en las aulas universitarias, a la salida del quirófano, en la terminal del aeropuerto. Todos esperamos siempre algo o a alguien. Al final eso es también la vida, caminar mientras se espera. Pero no todas las esperas son iguales, no todas conllevan la misma alegría, el mismo dolor desgarrado o la indiferencia. Algunas esperas son especialmente duras, incomprensibles y desazonadoras. A veces se espera a que la muerte llegue sin posibilidad de que desvíe su camino, y otras a que la vida se abra paso sin ningún desgarro. Pero otras, la espera se sitúa justo en el filo de la frontera, entre seguir y parar para siempre. Y en esa fina línea entre la esperanza y la desesperación se colocan las personas y las familias que esperan un órgano para continuar un poquito más en el camino. Y en este país esa espera todavía está llena de posibilidades, porque todo el mundo, venga de donde venga, tenga la cuenta bancaria que tenga, sea como sea, tiene su lugar en la lista de espera para recibir esa parte de otro que le permita seguir viviendo y esperando. Por eso hay que estar vigilantes ante la más mínima grieta que pueda ser abierta a través de un pago, de un privilegio o de un nombre. El sistema español de trasplantes es reconocido como el mejor del mundo, y quienes hemos pasado por esa espera, por la urgencia cero y por la oportunidad de una segunda vida, sabemos que tenemos a nuestro alcance un bien casi divino que no puede tener, nunca, precio. La detención de los implicados en una compra de órganos debe ponernos en alerta y en pie de guerra, porque si no, podemos acabar en el abismo de un infierno, del que solo saldrán unos pocos privilegiados. La misma alerta y la misma actitud guerrera que debemos mantener cuando se rebajan los presupuestos para la Organización de Trasplantes, porque eso puede convertir nuestra espera en tan eterna que nunca tenga fin.

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