Opinión

Realidad virtual

La situación de deterioro educativo ha llegado a tal extremo que se han tenido que crear centros para que los menores cumplan de alguna manera lo que podría llamarse penalización por agredir a los padres, mientras se somete al resto de la familia a sesiones terapéuticas para tratar de entender y superar el problema en el que está inmersa. La laxitud de una sociedad que deja sin autoridad, que no autoritarismo, a padres y educadores anulados hasta el extremo de no poder ejercer medidas coercitivas contra determinados comportamientos de hijos y educandos; que cambia el significado de respeto por tolerancia; que considera más al verdugo que a la víctima; que flexibiliza los planes de enseñanza hasta el punto de desestimar en ellos los conceptos de mérito y esfuerzo, e incluso aprobados para pasar de curso; que publicita la venta del cuerpo humano en alarde comercial; que canaliza la distracción de masas hacia derroteros de indignidad; que valora el feísmo, la cutrez y el tongo dándole rango de arte, y que le da lo mismo ocho que ochenta, no da licencia a quienes la componen para sentirse inocentes perjudicados por las circunstancias que ella misma ha creado.


Ahora se lleva las manos a la cabeza al sentirse vapuleada y a los pies de los caballos, pero sigue sin que se le mueva un pelo ante el reto que tiene delante para recuperar el equilibrio. Europa, que actualmente tampoco se puede decir que sea un modelo de avance en la mejora y reparación del sistema educativo, actúa asimismo con la misma complacencia ante determinadas cuestiones que tampoco van a llevar al continente a ningún fin que lo saque de la sima moral en que ha caído. La demagogia y la falsa liberalidad sabiamente dirigidas, hacen que el mundo de hoy, el mundo occidental, viva una realidad virtual a la cual se ha acomodado de buen grado. Las manipulaciones que a cualquier escala se ven o se escuchan alienan a la clientela de modo que no ponga nada en cuestión. La intelectualidad pocas veces se deja notar.


Hay una mudez general y los murmullos que a veces se escapan de algunas conciencias semejan las voces de Casandra a las que nadie daba oídos. La vida se ha convertido un poco en película moderna con efectos digitales tan perfectos que entretienen y convencen. Una buena educación serviría para distinguir la realidad de la ficción.

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