Opinión

Termalismo: el naval ourensano

Cinco áreas estratégicas son las que deben convertir la riqueza termal de Ourense en el modelo de cambio productivo que tanto necesitamos, pudiendo actuar de esta forma en nuestra promoción turística para que derive en rentabilidad económica.

Quiero recordar que esta provincia es, en un 84 por ciento, tejido económico derivado del sector servicios, y precisamente por este dato traslado la importancia de que Ourense sea realmente una provincia termal, siendo básica su implantación para nuestro desarrollo económico y social.

Termalismo no solo es el tratamiento de aguas o unidades hoteleras, sino toda la industria auxiliar complementaria y de servicios que se pueden derivar de la matriz, con lo cual estaremos generando valor añadido, rentabilidad y futuro a múltiples y diferentes sectores económicos provinciales, llámese comercio, hostelería o nuevas actividades económicas que sepan innovar y capitalizar los resultados de una política termal y los diferentes tratamientos que a las aguas se le puedan dar. Es, en definitiva, nuestra carga de trabajo a semejanza de la carga de trabajo que el naval supone para las comarcas de Ferrol y Vigo.

Espero que el nivel de compromiso y esfuerzo de nuestro Gobierno autonómico sea el mismo que se ha adoptado y desarrollado con estas ciudades. No podría ser de otra forma en la búsqueda del ansiado reequilibrio territorial tantas veces demandado por nuestra provincia y tantas veces obviado, con lo que esta oportunidad real de poder desarrollar elementos positivos que contribuyan a ver posibilidades económicas que desatasquen nuestra débil economía, ni de lejos la debemos desaprovechar. En conclusión, la hoja de ruta abierta y tutelada por la Diputación de Ourense debe ser arropada con el esfuerzo y trabajo de todos, pensando y defendiendo únicamente el interés general de los que aquí vivimos.

“Ourense, provincia termal” supone actuaciones con capital público-privado en distintos ámbitos que sumarían una inversión de 94 millones de euros. Inversión que tiene que generar empleo en una provincia tan necesitada de ello, y conseguir que este cambio de tejido productivo suponga la alternativa, o el complemento, a un sector de la construcción al que vamos a tardar aún en verlo crecer.

Soy consciente de que nuestra autoestima no está en su mejor momento y que la apatía y resignación está demasiado enraizada. Motivos sobran para ello, pero también soy consciente de que con lamentaciones y conformismos injustificables jamás saldremos de esta espiral. El termalismo es y debe ser un eje fundamental en nuestra economía, el referente por lo que nos visiten, convirtiéndose así en nuestra tarjeta de presentación, para que el turismo no nos pase de largo en un AVE con destino exclusivo a las playas de las Rías Baixas o a la catedral de Santiago.

El termalismo debe ser la imagen de provincia que actúe como reclamo para que paren y conozcan, disfruten y consuman, en una provincia llena de un paisajismo natural, tan excepcional como nuestra gastronomía. En definitiva, defendamos y luchemos por nuestro termalismo, porque puede ser uno de los escasísimos clavos a los que podamos agarrarnos si no queremos caer al vacío.

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