Opinión

LA ENTREVISTA DE MAS

La Vanguardia, siempre periódico de referencia, ha sumado un éxito periodístico y, al mismo tiempo, ha rendido un importante servicio a la opinión pública. La entrevista con Artur Mas publicada el viernes, día 12, deja al descubierto el laberinto en el que el presidente de la Generalitat se ha metido a si mismo y, de paso, al conjunto de Cataluña. Las diatribas dialécticas del jefe del ejecutivo catalán son espectaculares. Ni se habla de independencia, ni de separación de España ni de nada que conduzca a una posición inequívoca, a una opción clara. Nada que ver con la claridad de los manifestantes del 11 de setiembre que abogaban, sin matices, por la independencia. Mas se subió a ese caballo y muchos independentistas se sintieron satisfechos, acompañados de verdad en sus pretensiones. Dudo que leída la entrevista aquellos que se sintieron acompañados por Mas hoy puedan sentir lo mismo.


Mas habla de emancipación que no es lo mismo que independencia y desvela la pregunta del referéndum que quizás nunca se celebre. ¿Quiere estructuras de Estado para Cataluña? Es difícil juguetear más con los conceptos, disfrazar estrategias, presentar como probable y con tanta claridad el camino a la melancolía. El presidente de la Generalitat ha borrado de un plumazo el tradicional y benéfico catalanismo ejercido con éxito por CiU. Ese catalanismo transversal, positivo para Cataluña y para España. Mas y con él su partido, han abandonado la posición más inteligente de un nacionalismo moderno y asimilable por una amplísima mayoría de catalanes y no catalanes. Se ha cargado el catalanismo sin ofrecer sustitución realista y comprensible. Mas, en el fondo, no quiere la independencia pura y dura de España que es lo que reclaman los independentistas de verdad, pero quiere saber poco o nada con ella. Quiere, para entendernos, lo que quieren muchos jóvenes: hacer su vida, entrar y salir cuando y como quieran, pero que sean papa y mama quienes les garanticen la cama hecha y la ropa planchada.


En todo caso a Artur Mas le asiste todo el derecho a plantear las fórmulas que se le ocurran. Tiene incluso derecho a equivocarse, a perderse en su propio laberinto alentando pretensiones y sentimientos que luego envuelve en propuestas imposibles. Artur Mas tiene un problema, más allá del económico. Y Cataluña también porque es en manos de los catalanes en donde está la solución al jeroglífico planteado por el presidente de la Generalitat. Y España, los demás españoles ¿tenemos un problema? Si, claro que lo tenemos. Nada de lo que ocurra en algún lugar del país es ajeno al conjunto de los españoles, y es por eso que si el jeroglífico catalán esta en manos de los catalanes, el resto de los españoles deberíamos ayudar a que se resuelva de la mejor manera posible. Y lo primero que hay que concluir es que bajo ningún concepto hay que perder los nervios, de ninguna de las maneras responder a la víscera con más víscera. En momentos de desasosiego y confusión mantener el ánimo frío y la cabeza despejada suelen ser buenas recetas para afrontar los momentos de dificultad. La pegatina en forma de corazón con las banderas catalana y española es una respuesta inteligente a la desmedida pasión de quienes enarbolan la estelada.


De momento tenemos por delante el 25 de Noviembre. Las urnas valen más que las manifestaciones y hay que dejar que los catalanes se pronuncien con tranquilidad sabedores de que la inmensa mayoría de españoles les queremos con nosotros porque juntos, como dice la canción, 'somos mucho más que dos'. Aunque sonría Artur Mas sabe que se ha metido en un laberinto del que ya no se puede salir y que con su entrevista ha escrito un cartel de salida a ninguna parte.

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