Opinión

LAS DOS ESPAÑAS

La deriva secesionista de Artur Mas ha puesto en jaque a nuestros responsables y, en menor medida, al conjunto de los ciudadanos que tienen otros problemas más acuciantes. A la inmensa mayoría de españoles les preocupa mucho más la crisis y sus consecuencias que una eventual y altamente improbable de la secesión catalana. Hay un cierto temor por la desmembración de España por las desmedidas e inconstitucionales pretensiones nacionalistas, pero antes de que esto se produzca -que no se va a producir- ya hay un hecho cierto, incontestable, doloroso y peligroso. Es esa otra desmembración derivada del distinto impacto de la crisis y de su peor lacra que es el paro.


Ningún territorio, ninguna Comunidad Autónoma se salva de la sangría, pero hay grados y grados. El mapa que nos dibuja la última y desastrosa EPA indica que avanzamos, sin solución de continuidad, a las dos Españas: la del Norte y la del Sur. La del Norte, de Madrid para arriba, tiene unos índices de paro que no invitan a la autosatisfacción, pero si miramos al Sur, el panorama es realmente desolador. Esta realidad conlleva un desequilibrio que puede dañar la cohesión del país, ahonda en diferencias que en los últimos años se habían acortado y que obligan a un redoblado esfuerzo de solidaridad entre territorios.


Entre unos y otros, el paro alcanza cifras históricas y las familias en las que no entra un euro rondan ya el millón y medio. No hay que descartar que la economía sumergida está jugando un papel balsámico, pero el bálsamo de verdad, el que está impidiendo que la situación explote es el que se deriva de la llamada clase media que o bien trabaja y por tanto tiene medios para subsistir o bien forma parte del batallón de jubilados que se ven obligados a hacer milagros para acoger a los hijos que han perdido el trabajo o a hacerse cargo de sus nietos porque los padres no llegan a fin de mes.


Siempre ha sido la clase media la que ha dado estabilidad a los países. El colchón de solidaridad familiar existente en España es el que está procurando que determinadas grietas se conviertan en auténticos socavones, sin olvidar la labor, nunca suficientemente reconocida, de organizaciones como Cáritas y otras ONG. Pero esta clase media también está en riesgo, tanto en el Norte como en el Sur de España y o bien se la cuida y se la protege o España -las dos Españas- se puede colocar al borde del abismo social, más verosímil que esa otra desmembración que puede derivarse de las pretensiones secesionistas.


De la crisis saldremos porque a lo largo de la Historia queda bien demostrado que los países, al final, siempre salen del túnel. El problema es que cuando se vea la luz al final de este túnel maldito, lo que esta luz destape en toda su crudeza sea una sociedad excepcionalmente empobrecida, miles de familias demasiado cansadas de tanta dificultad, y miles y miles de ciudadanos españoles poco o nada dispuestos a hacer las maletas de vuelta después de haberse buscado la vida más allá de nuestras fronteras y miles de pisos vacíos porque a sus habitantes, por estar en paro, se les ha puesto en la calle porque aquellos que podrían evitarlo a través de acuerdos razonables y solidarios no parecen estar por la tarea. Lo terrible es que además dormirán tranquilos.

Te puede interesar