Opinión

SONRISAS Y LÁGRIMAS

El pasado viernes, primero del mes de octubre, se ha celebrado el Día Mundial de la Sonrisa. Profesionales tan reputados como el psiquiatra Rojas Marcos han explicado los beneficios de ese gesto cada día más inusual. Sonreír distiende los músculos, suaviza el estrés y el que lo hace se presenta ante los demás como un ser agradable, genera empatía y ayuda a mejorar el ambiente en el que se encuentra. Una sonrisa, al igual que una amistad cierta, puede ayudar al agobiado.


Los beneficios físicos y psíquicos de la sonrisa han sido profusamente difundidos a lo largo de los últimos días, justo cuando, por mucho que se empeñen, hay pocos motivos para la sonrisa en la medida que este gesto, el de sonreír, implica optimismo, satisfacción, etcétera. Son tantos los libros de autoayuda que se han publicado, tantas las teorías sobre la sonrisa y el optimismo que nos va a pasar como con la economía que, al final, todos sabemos más de presupuestos que el que los inventó.


En medio de este paisaje en el que se nos ha invitado a la sonrisa, he echado en falta que los mismos que nos hablan de los beneficios de la sonrisa -que sin duda los tiene- no nos hayan recordado el valor, los beneficios de no pasar por alto acontecimientos que producen vergüenza e impotencia.


Pietr Pizkozub es el joven polaco que el pasado miércoles murió en el albergue municipal de Sevilla después de ser dado de alta en el hospital Virgen del Rocío. Tenía 23 años y pesaba 30 kilos. Llevaba ya algún tiempo en España. Atrás dejó su país, su novia... para acabar desnutrido por las calles de Sevilla. Es obvio que su desnutrición ha tenido que llevar su tiempo. Con 23 años nadie se queda en 30 kilos de un día para otro. No, su desnutrición es el resultado final de un largo proceso tanto de abandono personal como de indiferencia social. ¿Se puede sonreír ante éste y otros tantos hechos que a diario se producen en nuestro país? La sonrisa está bien cuando uno se acerca al que sufre y sufre con él. Miedo me dan esas sonrisas bobaliconas, absurdas.


A poco más de dos horas de avión del lugar en el que murió Pietr, cientos de inmigrantes, entre ellos más de cuarenta niños, morían tragados por el mar. Quedan desaparecidos que con toda probabilidad el propio mar se encargará de llevarlos a tierra. La isla de Lampedusa ha sido el escenario de este desastre humanitario. A la decadente Europa continúan llegando miles de personas en busca de una vida mejor. Un contenedor en una calle de cualquier país europeo es mejor opción que lo que viven en sus países de origen. ¿Es posible sonreír ante semejante desastre, ante tanto dolor ajeno, ante tanta injusticia?


No me parece mal que se haga propaganda de la sonrisa y de sus efectos benéficos, pero en paralelo alguien debería lanzarse y contarnos los beneficios de las lágrimas que también los tienen. Una cosa es llorar y otra estar malhumorado. En esta etapa del postmodernismo es verdad que se hace difícil encontrar a alguien sonriente, pero me asusta tanto o más el comprobar cómo es también muy difícil encontrar a alguien que llore, no por su situación, sino por la existencia de tanto 'invisible' que a bordo de una patera o en una calle de nuestro país encuentran la muerte y nadie llora por ellos.

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