Opinión

Progresistas

Las palabras, como todo, se gastan con el uso. Pierden el contenido si no se renuevan. Progresista fue un concepto ideológico y político enmarcado en la lucha de clases. En contraposición al de conservador. Pero los tiempos han cambiado y el progresismo ahora debe buscarse menos en el discurso y más en la forma de estar en el mundo. En el ejemplo de cada día.

Ser progresista hoy es esforzarse y trabajar duro para mejorar. Es estar comprometido con la familia, la profesión, la empresa, la comunidad y el mundo que nos rodea. Asumir con ilusión los nuevos retos. Arriesgarse y buscar la innovación. Pensar en lo que puedes hacer por tu país en vez de en lo que tu país está obligado a hacer por ti. Los vagos e indolentes no son progresistas, por mucho que le den al pico.

El progresista actual entiende que el patrimonio histórico de las conquistas sociales ya está asumido de forma transversal en los estados del bienestar. Recordarlo continuamente no lleva a nada. Lo que toca es esforzarse en su sostenibilidad. Es tiempo más de deberes que de derechos.

Ser progresista es rechazar la opinión, la cultura y la diversión que llegan precocinadas. Es molestarse en analizar la complejidad y en mantener un pensamiento propio y libre. Es rechazar la jerarquía decretada y defender la autoridad que se basa en el trabajo y el conocimiento. El progresista suma y multiplica. No resta ni divide.

Aunque resulte agotador, busca la concertación, la participación de todos en el objetivo común, en el compromiso compartido. Huye de las etiquetas y acepta que el empresario o el jefe pueden ser tan progresistas como el que más. No mide al milímetro la tarea encomendada. Es generoso, confiado y cooperativo. Huye del catastrofismo y busca los caminos de mejora con humildad, asumiendo de antemano la intrínseca imperfección de los pequeños cambios. Aún a riesgo de resultar molesto para los inmovilistas guardianes de las soluciones absolutas. De los que dibujan el plano del tesoro, retiran las piezas que les molestan para alcanzarlo, pero nunca inician la travesía. Aquellos que todo lo critican, que ven la paja en el ojo ajeno pero no se miran al espejo para no ver su viga.

Al progresista actual no le gusta la política espectáculo de hoy en día. Cree que tal como están las cosas, conviene adelgazarla. Tampoco le agradan las consignas y las “cocinas” de los partidos. Pero sigue siendo capaz de distinguir entre los que mantienen la sensibilidad democrática para proteger a los más débiles y los patéticos dictadores del rencor y la “peineta”. Por eso espera de los primeros más valentía y a los segundos les recomienda la jubilación anticipada. Si es que llegan a tiempo.

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