Opinión

Un plan estratégico para Ourense

Ourense es una tierra singular en el contexto gallego. En las ventajas y en las desventajas. A falta de mar, la provincia interior de Galicia es una tierra abonada de recursos latentes a la espera de un estatus político que históricamente se le viene negando.  Un ejemplo palmario lo encontramos en la estación de montaña de Manzaneda, un complejo turístico y natural único en Galicia. Se pueden practicar deportes náuticos en numerosos puertos e instalaciones por toda nuestra comunidad autónoma, pero solo hay un lugar donde practicar el esquí. Hablamos de un destino al que acuden miles de gallegos y también miles de portugueses que recorren incluso cientos de kilómetros para poder disfrutar de unas jornadas de deportes de nieve. Los hechos ocurridos en estos últimos días, perfectos para esquiar, con una masiva afluencia de personas que se desplazaron desde toda Galicia y el país vecino, y la frustración por ver instalaciones averiadas, pistas que no estaban preparadas y otras muchas carencias, constituyen la denuncia más flagrante frente a la nefasta política que desde hace años se aplica a la estación de montaña de Manzaneda y por ende a esta provincia. 

La Administración despilfarra en Manzaneda, cuando no invierte lo necesario en ella

La Administración despilfarra en Manzaneda, cuando no invierte lo necesario en ella. Recientemente, se han gastado cinco millones de euros en los cañones de innivación que acabarán resultando inútiles porque con la gestión y la planificación, o más bien la falta de ambas, se acabará espantando a los usuarios y viendo cómo se degradan todavía más unos equipamientos que requieren de mantenimiento y renovación, mejora de la oferta… El empleo y la actividad económica, no solo de la estación de montaña, sino de toda una amplia área de influencia depende de que la Administración abandone modelos improvisados de gestión y se tome en serio un recurso que por su naturaleza singular debería de estar en el foco de sus estrategias turísticas. No pedimos más (ni menos) que lo que se destina a infraestructuras de otros deportes vinculados al medio natural como, por ejemplo, los náuticos.

Ourense ha servido como una mera servidumbre de paso para acercar la alta velocidad a Vigo, Santiago o A Coruña

Porque si hay algo que la amarga experiencia nos ha demostrado es que la retórica de la discriminación positiva para revertir la crisis demográfica de la Galicia rural, o del rescate de la España vaciada no son más que discursos políticos que no se traducen en hechos. Las zonas pobladas, el litoral, siguen siendo las niñas mimadas de todas las administraciones, y el interior, y de manera especial la provincia de Ourense, la cenicienta que baila con los príncipes, como en el cuento, cuando los líderes políticos vienen a prometer en campaña electoral saldar la deuda histórica que todas las administraciones tienen contraída con ella. Pero pasada la jornada electoral, la carroza se convierte de nuevo en calabaza. ¿Infraestructuras viarias prometidas? Todas. ¿Cumplidas? Ninguna. Esperamos por la A76 desde hace dos décadas. Sufrimos la degradación de una red de carreteras que cada vez resulta más peligrosa, como se viene recogiendo en las páginas de información de este periódico. La N-120, el aislamiento al que se someten comarcas como la de Valdeorras, cuya actividad empresarial -pizarra, vino, turismo…- tanto necesita de buenas comunicaciones. La penosa situación del tren convencional ha privado a villas como Ribadavia, A Rúa, O Barco y a la propia ciudad de Ourense de los mismos beneficios que han recibido otros territorios gracias a los bonos gratuitos para media distancia. Muchos pensarán que hemos logrado la llegada del AVE. Pero lo cierto es que, en esa importante infraestructura ferroviaria, Ourense ha servido como una mera servidumbre de paso para acercar la alta velocidad a Vigo, Santiago o A Coruña. La prueba está en que mientras en esas ciudades ya tienen sus nuevas estaciones, Ourense todavía tendrá que esperar hasta la próxima década para ver la suya.

Y no es el único ejemplo. Si nos vamos a las infraestructuras sanitarias, veremos cómo Santiago, Lugo o Vigo han estrenado modernos complejos hospitalarios mientras que Ourense se ha tenido que contentar con un pastiche, largamente demorado en el tiempo, donde actualmente se mezcla  lo nuevo y lo viejo. Lo mejor y lo peor de la sanidad muestran en el CHUO una incongruente convivencia.

¿Dónde está el PERTE de Ourense?

Ourense tiene derecho a reclamar no solo lo que se le debe, una deuda histórica que se ha ido acumulando a lo largo de décadas en las que los gobiernos han puesto su dedo inversor en otros puntos del mapa. A veces incluso con recursos ourensanos, como las divisas generadas por nuestros emigrantes. Gracias a los embalses ourensanos la electricidad es hoy más barata en España, de la que exportamos -con ridículos retornos económicos- cinco veces más de la que gastamos, convirtiéndonos en 2023 en la mayor productora de energía hidroeléctrica de todo el país. Disponemos de los recursos, del talento y del territorio, pero como sucede con Manzaneda, falta un plan estratégico que se ejecute, no que quede en el papel como muchas infraestructuras pendientes. Los fondos Next Generation están moviendo miles de millones de euros con los que se desarrollan programas industriales y tecnológicos, gracias a los proyectos estratégicos para la recuperación económica, los PERTE. ¿Dónde está el PERTE de Ourense? Ourense quiere su plan. Lo necesita. En los últimos diez meses hemos oído promesas en elecciones municipales, generales y autonómicas. Es el momento de cumplirlas y de cumplir con Ourense, saldando la deuda arrastrada y trazando una estrategia ambiciosa, con proyectos nuevos, diferenciadores y transformadores. Ni podemos ni queremos seguir siendo parte de esta España vaciada y marginada. No nos conformamos.

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