Opinión

LONDRES, BRUSELAS, WASHINGTON

Mariano Rajoy y el 'premier' británico, David Cameron, están de acuerdo en casi todo excepto en dos cosas sustanciales. Es normal, los dos representan a partidos conservadores y coinciden en la política exterior de la Unión Europea con respecto a Irán y Siria e incluso en la petición a Bruselas de políticas de crecimiento que vayan más allá de la austeridad impuesta a unas economías exhaustas. Las diferencias son claras e insalvables. Al menos una de ellas. Por una parte, Gran Bretaña mantiene su posición lateral en la Unión Europea de la que toma aquellos aspectos que benefician a sus intereses mientras sus gobernantes tienen que lidiar con una fuerte posición euroescéptica que les hace remisos a participar en cualquier proceso de construcción europea avanzada. España y Gran Bretaña son socios en la UE y la OTAN con buenas relaciones comerciales pero sin esa sintonía existente con otros gobiernos amigos.


El contencioso de Gibraltar marca una distancia insalvable, porque Gran Bretaña no está dispuesta a cambiar su posición con respecto a la reversión de la soberanía de la última colonia existente en Europa. Las negociaciones siguen en punto muerto porque la posición británica 'no ha cambiado' como le ha recordado Cameron a Rajoy, y que no es otra que poner en manos de los propios llanitos su futuro, que como han reiterado en referéndum pasa por su condición de colonia británica. El ministro español de Exteriores, Juan Manuel García-Margallo, jugó fuerte, ha dado por superado el Foro Tripartito en el que participaba el gobierno gibraltareño en plan de igualdad con los de España y Reino Unido y propuso una fórmula tan imaginativa como irreal, convertir el tripartito en un cuarteto con la introducción de las autoridades de la comarca del Campo de Gribraltar, una posibilidad descartada por las otras dos partes.


Por fin el Gobierno de Rajoy ha descubierto su juego y ha firmado una carta con otra docena de países para pedir a Alemania que afloje el dogal, que a las recetas de control del déficit por la vía del ahorro y los recortes sociales le permita aplicar alguna alegría en forma de estímulos fiscales para animar el crecimiento sin el cual no hay posibilidad de crear empleo. Rajoy ha tardado dos meses en reconocer lo que ya pidió Rubalcaba y que apuntó Cristóbal Montoro, que fue mandado callar por expresar en alto esa necesidad cuando la doctrina oficial era y sigue siendo que España cumplirá con el objetivo de alcanzar un 4,4% de déficit a finales de este año. Por el momento Alemania y Francia siguen en sus trece y apuestan por la austeridad frente a la carta de la docena de mandatarios europeos enviada a Bruselas en la que piden que se acuerden políticas de fomento del crecimiento en el Consejo Europeo de los primeros días de marzo. Quedan por tanto menos de dos semanas para convencer a 'Merkozy'. Pese a que David Cameron ha firmado la carta del 'Plan para el crecimiento en Europa', Rajoy sabe donde debe anclar sus apoyos.


En estas llega Barack Obama y le dice a Angela Merkel que le gusta la letra y la música de las reformas del Gobierno de Mariano Rajoy ?también las de Mario Monti-, porque profundizan en las reformas que había comenzado Rodríguez Zapatero que también contaba con sus parabienes. Y lo dice Obama que está aplicando políticas expansivas que reduzcan el desempleo y faciliten su reelección.

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