Opinión

El regreso de Pedro Sánchez

Se supone que lo primero que hará Pedro Sánchez en su vuelta a la escena política hoy en las localidades valencianas de Xirivella y Sueca será deshacer entuertos, tranquilizar a sus seguidores y reparar los errores que cometió en una entrevista televisiva, en relación con el trabajo junto a Podemos, las luchas intestinas  y las supuestas presiones de empresas del Ibex, poco después de ser defenestrado en el Comité Federal del 1 de octubre. Superar el desconcierto en el que dejó sumidos a sus partidarios debiera ser su primer empeño. Se acaba de comprobar en relación con la muerte de Rita Barberá la indulgencia con la que los militantes tratan a quienes enmiendan decisiones anteriores a pesar de sus consecuencias, cuando muestran arrepentimiento por lo que pueden ser equivocaciones.  


El regreso de Sánchez es el pistoletazo de salida en la elección del nuevo líder de los socialistas, o quizá habría que decir que es el segundo acto, tras la entrevista entre la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, y el primer secretario del PSC, Miquel Iceta. Cada vez hay más indicios acerca de que la dirigente andaluza acabará presentando su candidatura a liderar el PSOE y que Miquel Iceta le ha garantizado la neutralidad de la ejecutiva de su partido en unas primarias, el acatamiento de las decisiones de la gestora hasta el próximo congreso y la fidelidad del PSC a la dirección y a las directrices ideológicas que salgan del cónclave. No hay que dudar de las palabras de Iceta, quien recientemente ha manifestado que en las anteriores primarias votó a José Antonio Pérez Tapias, y luego se convirtió en uno de los mejores y mayores apoyos de Pedro Sánchez.


Iceta y Díaz han hecho de la necesidad virtud, el primero porque busca que el PSC pueda permanecer en los órganos de dirección del PSOE y su partido participar en las primarias para la elección del secretario general del PSOE; y la segunda porque, si finalmente no le queda más remedio que acudir a unas primarias, puede captar votos de los militantes en Cataluña y no ahondar en la división que supondría impedir votar a los socialistas catalanes. Y ambos, al unísono, porque son conscientes de que el PSC es “la última viga” que se sujeta en las relaciones entre Cataluña y España –una consideración  excesiva, ciertamente- pero sin la cual el PSOE tendría muy difícil la vuelta al gobierno, dado que en su día Cataluña fue otro de los graneros de escaños socialistas.  Y porque como dice Iceta, la concepción de la solución del problema territorial en Cataluña está contenida en la concepción federalista de España de la Declaración de Granada, cuestión que a veces se soslaya, y en el reciente pacto entre el PNV y el PSE, loado ahora por Susana Díaz.   


Pedro Sánchez, que mantiene su concepción de un partido abierto a la militancia, acaba de perder un apoyo que creía incondicional. Pero el enfrentamiento  ‘preprimarias’ no ha hecho más que empezar, aún quedan muchas escaramuzas por librar y tampoco es descartable que se realice por personas interpuestas. Pero cala la idea, en detrimento de Sánchez, de que es preciso sosegar las aguas antes que fijar un congreso de “falsa unidad” que no haga sino acentuar la división. 

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