Opinión

Costumbres ourensanas de otro tiempo, “O carallo 29”

De niño escuché muchas veces a mi abuelo usar la expresión de “Esto é como o carallo 29”, pero nunca supe qué quería decir hasta que muchos años después leí un trabajo del profesor Cores Trasmonte, en un excelente estudio sobre la sociología electoral de Galicia, quien nos ilustró sobre las causas últimas de nuestro pasado comportamiento electoral, relevando de paso de dónde venía aquella sonora locución de “Éche como o carallo 29!”. Con el tiempo, especialmente en Ourense y en diversas ocasiones, me di cuenta de que en el habla coloquial era frecuente aquella expresión que empleaba mi abuelo, campesino y cultivador de vino de Valdeorras, y ahora yo la uso con frecuencia.

Nuestros mayores la empleaban para referirse a situaciones de trágala, alcaldadas injustas, incomprensibles, absurdas. Pero, como todo en la vida, esta locución tiene su porqué. Con esta expresión, los paisanos expresaban muy gráficamente su decepción e indiferencia ante lo inútil, lo inservible, lo decepcionante. Y todo tiene su explicación: La Ley Electoral de la Restauración, en 1907, en el artículo 29 preveía que cuando en un distrito (concejales y diputados eran elegidos de este modo), el número de actas a cubrir fuese igual que el de candidatos, no se celebrasen comicios, sino que los candidatos presentados fuesen proclamados automáticamente.

Los caciques lo tenían muy fácil: se ponían de acuerdo entre sí, repartiéndose los distritos, de modo que, al no presentarse más que un único candidato por cada uno de ellos, se produjera la proclamación inmediata, sin celebrar elecciones. De este modo, los jefes políticos y sus compinches dominaron durante decenios los burgos podridos. Conviene tener presente estas cosas cuando, con las elecciones, aflora por aquí y por allá el espíritu de los viejos cacicazgos territoriales que marcan su geografía con perversas pretensiones de cautivar el libre voto de los ciudadanos y conducirlo al abrevadero donde pacen este tipo de individuos.

En esto de la cosa política, por aquí le somos un poco papanatas. Lo digo por lo de los eslóganes electorales. Si fuera en el campo comercial, me temo que no se vendería una escoba. Inventar un lema, una divisa, un eslogan con impacto, con pegada, exige extremar el trabajo intelectual. Todavía hoy se recuerda aquella afortunada idea que fue “La fuerza tranquila”. El hallazgo de Mitterrand sigue siendo ejemplo de libro de lo que debe ser un buen reclamo. La palabra en cuestión nos la prestaron los escoceses. Viene del gaélico “Sluagh-ghairm”, que quiere decir grito de guerra de un clan. Los ingleses, grandes sintetizadores del vocabulario electoral, lo tomaron y expandieron como divisa de partido y reclamo. Y nosotros lo copiamos y castellanizamos, aunque -pienso yo- podíamos habernos quedado con divisa o contraseña, sin más. Incluso, por analogía, hasta podríamos decir, los gallegos, “aturuxo”.

Un lema electoral, una divisa, un eslogan, tiene que ser la síntesis última de todo el programa. Hay que ser capaz de resumir en dos o tres palabras lo que esa fuerza política propone a los electores a quienes solicita su voto. Pero cuando las cosas se hacen rutinariamente, porque es un elemento más del ceremonial a cumplir, de la pauta mimética y consabida, a uno se le ocurre recordar aquella expresión popular como si fuera “O carallo 29”. Y es que o las cosas sirven para lo que son. O no sirven.

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