Opinión

Doctores, maestros y jueces

     Cuando alguien pierde la autoridad moral,

que es algo así como el  reconocimiento

de una mayor talla, sólo se puede imponer por la  fuerza o la coacción, aunque, a veces,

simplemente pasa a ser un  funcionario

acobardado. Estoy pensando en los maestros, en los  médicos, en los jueces... Hasta hace

relativamente poco, el maestro  era

alguien que sabía y enseñaba a los que ignoraban casi todo; el  doctor, el que manejaba la vida de las

personas, que se ponían  ciegamente en

sus manos; y el señor juez, el que dictaba sentencias  casi inapelables.

     Viene esta introducción a cuento de que la

Comisión de Educación y  Ciencia del

Senado ha aprobado hace unos días una moción del PNV  respaldada por todos los grupos parlamentarios

no se sorprendan, no  es un erroren la

que la Cámara insta al Gobierno a regular el uso  del término doctor con el fin de dignificar a

este colectivo y evitar  el intrusismo

profesional. El senador Maqueda aseguró que no es lo  mismo estudiar una licenciatura que obtener el

grado de doctor' y que  no se debe

permitir que la expresión se utilice de forma  indiscriminada, puesto que da lugar a

equívocos o confusiones sobre  el nivel

de formación de cada cual.

     Nada

que alegar a la preocupación de los senadores, salvo que  mejor harían en proponer medidas para que los

médicos, que son  doctores, aunque sólo

hayan hecho la licenciatura en muchos casos  seguida de otros cuatro años de MIRno tengan

que hacer, por miedo,  una medicina

defensiva, no tengan que padecer agresiones, insultos y  faltas de respeto ni que emigrar porque aquí

les pagan peor que en  otros países

vecinos. Otro tanto podríamos decir de los maestros,  para los que tampoco hay que recuperar un

viejo nombre sino un  respeto básico, un

apoyo social y una dignificación profesional e,  incluso, salarial. Lo de cambiar los nombres

no está mal de vez en  cuando, aunque

pasar de porteros a empleados de fincas urbanas' es  un avance, pero sólo de fachada.

     A la

medicina, al magisterio y a la judicatura deberían ir los  mejores, como, en el último caso, ha propuesto

el ministro de  Justicia, Fernández

Bermejo.  Pero alguien debería explicar

antes si  es verdad lo que dice el fiscal

de la Audiencia Nacional, Fernando  Burgos

(Gaceta de los Negocios, 11112007) de que a los aspirantes a  jueces no les enseñan a argumentar una

sentencia'. O lo que añade  Juan

Antonio Rico, secretario judicial de la Sala Segunda del  Tribunal Supremo, de que en el acceso a la

Judicatura todos los años  baja la

calidad y hay que aprobar a mucha gente que no lo merece. Se  han aprobado exámenes tipo test, asegura, con

sólo 44 aciertos sobre  100 preguntas. Y

eso no puede ser'. Si los jueces que aprueban sólo  se saben cuatro de cada diez preguntas y hay

que seguir bajando el  nivel cada año, no

es que la Justicia esté mal, es que puede ponerse  peor.

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