Opinión

Cirugía reparadora

Qué difícil es escribir cuando las emociones enturbian el pensamiento!, ¡qué complicado es resumir en unas líneas una opinión razonada sin caer en la simpleza! Cuando el odio se asienta en los corazones, la semilla del mal fructifica y se expande invadiendo el orbe, ante eso no hay fronteras, no hay medidas correctoras posibles, no vale la condena estéril, solo un diagnóstico adecuado puede servir para elaborar un antídoto eficaz. Pero si la gangrena invade el torrente sanguíneo, solo una contundente cirugía puede aliviar al paciente y el equipo de cirujanos ha de ser multidisciplinar.

Desde la guerra de Iraq, desencadenada por cuatro malvados descerebrados al servicio de espurios intereses, el mundo se ha hecho más vulnerable. A la furia asesina de fanáticos vengadores se une un complejo entramado de secretos intereses que nadie se atreve a nombrar. La confrontación religiosa de sunitas y chiítas sirve de excusa para justificar el fanatismo de un yihadismo medieval aderezado con la más sofisticada tecnología. La teocracia saudita, en su afán de dominio, destina ingentes recursos para mantener viva la llama de las teorías salafistas y wahabistas, que dan identidad a su viejo régimen. Necesita de los guerreros de la noche para combatir la herejía y a los infieles enemigos del Islam; armas y dinero fluyen hacía el Califato, mientras su aviación destruye sin piedad las ciudades yemeníes que han caído bajo influencia herética. La calculada pasividad de una Turquía temerosa del fortalecimiento kurdo. La ceguera de Francia, armando a la insurgencia siria, en su afán de derribar la dictadura de Bashar al Asad. La habilidad de los servicios secretos israelíes sembrando la guerra entre sus enemigos más encarnizados. Los intereses de las multinacionales del petróleo. El rentable y maldito tráfico de armamentos. Las heridas abiertas por el conflicto palestino-israelí. La artificialidad de unas fronteras diseñadas por las potencias coloniales, ajenas a identidades nacionales históricas, étnicas culturales o religiosas. Las políticas geoestratégicas de las superpotencias con la irrupción de una absorbente China. El control por los acuíferos. La marginalidad de amplios grupos en las sociedades del bienestar. Los movimientos migratorios incontrolados y masivos. Las políticas carcelarias que convierten a pequeños delincuentes en avezados terroristas. Los fanatismos redentores de jóvenes sin futuro ni ilusión. Todo ello y mucho más configura el vivero que alimenta el terror y nutre la savia de los monstruosos asesinos que matan buscando su lugar en la historia del martirio vengador.

Hoy París, Beirut, Sinaí, Nigeria. Ayer Madrid o Londres: Todos los días Iraq, Afganistán, Pakistán, Palestina o Israel. Inmolaciones sangrientas en una guerra sin vencedores; donde el terror invade los corazones mientras el odio coloniza las mentes de la humanidad.

Me atrevo a sugerir diez medidas que a mi juicio reducirían el flujo de yihadistas y ayudarían a conseguir un clima más propicio para la paz:

-Presionar a Arabia Saudita para que deje de financiar movimientos integristas en el mundo musulmán.

-Obligar a Israel y a los palestinos a establecer conversaciones de paz aplicando las resoluciones de las Naciones Unidas, retomando los acuerdos de Oslo y Camp David.

-Perseguir el tráfico de armas, comprometiéndose todos los países de la ONU a no vender armamento a ningún movimiento clandestino.

-Controlar el mercado del petróleo impidiendo transacciones con países productores que incumplan la carta de los derechos humanos.

-No intervención en países soberanos, siendo sus ciudadanos quienes resuelvan sus problemas internos.

-Los países más ricos destinarían el 2 % de su PIB a fomentar políticas de desarrollo en los países más pobres.

-Promover la cultura y la educación en todos los países como medida prioritaria.

-Intensificar la “alianza de civilizaciones”

-Modificar las políticas carcelarias para evitar convertirlas en nidos del terror.

-Sustituir la “ley del Talión” por medidas diplomáticas.

Solo cabe preguntar: ¿quién gana con el terror?

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