Opinión

CIENCIA SIN FRONTERAS

La humanidad es deudora de los grandes beneficios que la ciencia y sus creadores nos han reportado. Los progresos científicos y técnicos han conseguido -sobre todo en el campo de la medicina- erradicar dolencias incurables hasta hace poco. Pensemos en las vacunas, capaces de evitar el desarrollo de enfermedades en cualquier parte del globo. Y este progreso médico es capaz de aliviar el dolor ante procesos irreparables y conseguir una muerte lo menos traumática posible.


Desde esta perspectiva, el hombre de ciencia pertenece a la humanidad, y su mentalidad es universalista. Por supuesto, estos hombres eminentes confieren el máximo prestigio a los pueblos de que son miembros. Ahora bien, existen circunstancias en que el hombre de ciencia se ve empujado a ser un nacionalista. Este fue el caso de Albert Einstein. El mismo nos lo explica así: 'Cuando llegué a Alemania descubrí por primera vez que era judío... Si no estuviéramos obligados a vivir entre gente intolerante, estrecha de miras y violenta, yo sería el primero en rechazar cualquier nacionalismo a favor de la humanidad universalista'.


Einstein dio su apoyo al proyecto sionista de Herzl. En 1953 Ben Gurion -primer ministro israelí- le brindó la presidencia de Israel, que él rechazó.

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