Opinión

Acerca del tratamiento médico no farmacológico

Mire, si quiere respirar mejor, con menos dificultad, tiene que comer menos para perder algunos de los muchos kilos de peso que le sobran. Esto es lo que le decía hace pocos días a un paciente, que soportaba treinta kilos por encima de su peso ideal y una enfermedad pulmonar crónica irreversible, que le causaban una gran dificultad respiratoria (disnea).

- No se preocupe, que le haré caso. Es la primera vez que un médico me recomienda comer menos, me contestó.

- ¿Cómo? ¡Me extraña que nunca ningún médico le dijese que debía adelgazar!, le objeté.

- Sí, es verdad, todos me recomendaron adelgazar, pero nadie, hasta ahora, me había dicho que debía comer menos, me respondió.

Este paciente me ha enseñado que, a partir de ahora, en todos los informes médicos de pacientes con sobrepeso u obesidad, deberé poner, no que tienen que adelgazar, sino que tienen que comer menos para adelgazar. Porque, al parecer, este enfermo no sabía que para adelgazar se necesita comer menos.

Ahora le voy a pedir que revise las recomendaciones que figuran habitualmente en el apartado de tratamiento de algún informe médico suyo o de un familiar. Si no lo tiene, porque ni usted ni nadie de la familia ha estado hospitalizado o enfermo, le felicito y, además, tal vez no necesite seguir leyendo este artículo. Lo mejor para cualquiera de nosotros es estar siempre sano, no tener necesidad de visitar nunca a un médico y morir siendo muy ancianos o no morirnos nunca; los filósofos dicen que porque hasta ahora se hayan muerto todas las personas nacidas, no significa que lo vayamos seguir haciendo.

Pero si usted o algún familiar han estado o están enfermos y tiene un informe médico suyo o del familiar a mano, en el apartado del tratamiento, es muy probable que figuren los nombres de uno o varios medicamentos y como tiene que tomarlos. Y tal vez figuren, o deberían figurar, también otras recomendaciones no farmacológicas relacionadas con la dieta, ingesta alcohólica, ejercicio y otras normas generales de vida. El informe clínico que hacemos los médicos de los pacientes, cuando les damos de alta de consulta o de hospitalización, es el formalismo más importante del acto médico y el que más deberíamos cuidar.

Tal vez, al menos en parte, por una influencia perversa de la industria farmacéutica los médicos, como los enfermos, acabamos creyendo que el tratamiento farmacológico es siempre lo importante en el manejo de todas las enfermedades. Y no es verdad.

Hace pocas semanas leía una noticia en un diario nacional sobre la enorme preocupación en los Estados Unidos por el enorme gasto económico que generaban las bajas laborales y consiguiente disminución de la productividad de los trabajadores por enfermedades derivadas de la obesidad y el tabaquismo.

La obesidad favorece la aparición de diabetes e hipertensión, es la causa de trastornos osteoarticulares, como artrosis de rodillas y caderas, y es un factor de riesgo de enfermedades cardiovasculares. Está además muy relacionada con el síndrome de apnea del sueño, el trastorno médico más importante de hipersomnolencia diurna, y puede causar insuficiencia respiratoria crónica y simular enfermedades como el asma.

Muchas personas con obesidad diagnosticadas de asma no la padecen. Con unos pulmones sanos, tienen dificultad respiratoria, e incluso “pitos” en el pecho cuando están acostados, únicamente causados por el sobrepeso excesivo. Este falso diagnóstico de asma puede llevarles a ser tratados con corticoides inhalados, sin efecto beneficioso alguno por no padecer asma pero sí efectos adversos, como aumento de la euforia y del apetito que acentuarán su obesidad, y trastornos cutáneos, como pequeños hematomas, causados por mayor fragilidad de los capilares sanguíneos.

Recuerdo a una simpática señora, con los setenta ya cumplidos, que me consultaba hace unos meses por dificultad respiratoria que le impedía subir las escaleras y las cuestas. Su talla era 156 centímetros y el peso 137 kilogramos. Después de examinarla detenidamente, realizarle una radiografía de tórax y una espirometría, le dije que sus pulmones funcionaban mejor de lo normal para su edad y que la dificultad para subir cuestas y escaleras estaba relacionaba con los tantos kilos de más que tenía, que el tratamiento era adelgazar –creo que ya le dije que tenía que comer menos y pasar hambre para lograrlo-, y que ningún medicamento iba conseguir hacerle respirar mejor. Salió de la consulta diciendo que había oído hablar bien de mí como médico, pero no entendía entonces como no le había dado ningún medicamento.

Este comentario es muy frecuente entre los enfermos, y los médicos somos en gran parte los causantes de esta sinrazón. Por ignorancia en algunos casos y por agradar en otros se recomiendan fármacos que no tienen efecto beneficioso alguno en trastornos como el relatado, pero consiguen que el paciente salga más “contento” de la consulta.

Algo parecido sucede con los fumadores activos que padecen enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) tabáquica. La causa de su dolencia ha sido y es fumar cigarrillos, y la única forma de detener la inexorable progresión a la incapacidad respiratoria y a la muerte es cesar de fumar. Pues bien, muchos pacientes siguen fumando y tomando al mismo tiempo múltiples medicamentos, sin efecto beneficioso alguno sobre la fatal evolución de su enfermedad, que les pueden ocasionar importantes efectos adversos, y que suponen además un importante gasto farmacéutico.

La industria farmacéutica anda muy apresurada buscando fármacos para la obesidad y el tabaquismo, causantes de importantes enfermedades, que solo se resolverán con un cambio social como el que ya se ha producido en Estados Unidos en cuanto el tabaco, que ha conseguido descender las muertes por cáncer de pulmón en los hombres. Decía Albert Einstein, los intelectuales solucionan los problemas, los genios los previenen.


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