Opinión

¿Día religioso o folclórico?

Estamos en este tiempo en el momento en el que se celebran por doquier gran cantidad de Primeras Comuniones. Unos eventos que otrora se reducían al ámbito familiar e íntimo y que ahora, poco a poco, se han ido convirtiendo en unas fiestas que se asemejan incluso a bodas. 

Con toda la “parafernalia” que rodea hoy en día a las Primeras Comuniones la parte religiosa queda como muy obnubilada, si es que algo queda…

Aquel gran párroco que fue mi querido don Jesús Pousa recuerdo que repetía una y mil veces algo que personalmente también digo yo. Pero ni caso nos hacen. Y es que el párroco de A Ponte insistía en el vestuario que debieran portar los que hacen la Comunión. Se oponía a que fuesen vestidos como militares, como novias de una boda o religiosas con hábito… Y decía que la ropa que llevan ese día debiera servir para ser utilizada después en la vida diaria.

Debiera eliminarse un gasto inútil sólo para un día. Pero ni caso. Debieron todos ver la película de Martínez Soria y “Erre que erre”, ni caso.

Porque algunos se niegan a comprender la diferencia entre un acto eminentemente religioso y otro folclórico o simplemente social. Parece muy lógico que después de un acto tan solemne, íntimo y feliz, se celebre. Lógico pero de ahí a que se reduzca la Primera Comunión solo a unos minutos en la Iglesia totalmente obnubilados por un sinfín de regalos.

Es mucho más que todo eso. Porque los que participan en este acto deben tener muy claro que en la Eucaristía, después de la Consagración de la Misa, Jesucristo, como Dios además de estar como está en todas partes, es el mismo con su Cuerpo, Sangre, alma y divinidad. Esta es la realidad que la Iglesia desde el comienzo siempre ha mantenido como verdad fundamental.  

Olvidar o confundir el culto a la Eucaristía –lo más sagrado de la fe- con los demás actos de culto sería un gravísimo error. A la Eucaristía se le tributa el culto de adoración (“latría”), diferente del de los santos (“dulía”) y el especial a la Virgen (“hiperdulía”).

Lo que ocurre es que hoy en día existe mucha confusión porque vivimos en un mundo de “ocurrencias” y de afán de experiencias nuevas olvidando los contenidos que son los que dan sentido a las ideas rectas y a la conciencia bien formada.

A la cultura actual, en la que se prima el tener sobre el ser, le hacen falta grandes y múltiples experiencias para saber compaginar ambas cosas porque, como decía Pemán: “Ni el rezo estorba al trabajo ni el trabajo estorba al rezo. Trenzando juncos y mimbres, se puede lograr a un tiempo, para la tierra un cestillo y un rosario para el cielo”.

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